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Columna de opinión

Ingeniería para Tod@s

Ingeniería para Tod@s

Hace poco me tocó escuchar de alguien cercano una historia muy parecida al siguiente relato. Una alumna de un colegio tiene un promedio de notas sobresaliente y es la mejor alumna de su curso. Muestra interés en seguir alguna carrera del área de Ingeniería, pero le preocupa que en la última prueba de matemáticas no obtuvo buena nota. Va a hablar con su profesor de matemáticas sobre su preocupación, y el comentario de éste es que no tiene de que preocuparse, ya que las matemáticas no son para las mujeres. La alumna se va muy frustrada a su casa, cuestionándose si de verdad tendrá las aptitudes necesarias para estudiar Ingeniería.

Esto habría sucedido en 2014 acá en Chile. Suponiendo que el relato es cierto, y aunque sería un caso particular del cual no pretendo extrapolar ninguna estadística, parece increíble que hoy pudiera haber profesores de colegio que le digan a una alumna que no tiene aptitudes para una cierta área del saber, incluso si se trata de la mejor alumna de su curso, debido a su género. Más aún, ese profesor quizás desconoce lo profundo que puede llegar a afectar un comentario de este tipo, haciendo genuinamente dudar a esta alumna sobre sus capacidades intelectuales y sobre el área en la cual le gustaría desarrollarse profesionalmente.

Este tema del sesgo a las mujeres con respecto a sus habilidades matemáticas o de orientación tecnológica ya ha sido discutido en este Blog, pero resulta interesante observar que este sesgo no solamente se produce en formas sutiles, sino también podría estarse dando en formas muy directas, como en el comentario descrito en la historia anterior.

A partir de los resultados de la última prueba SIMCE, se ha destacado en la prensa una brecha de género: en particular, a las mujeres les va peor en matemáticas que a los hombres. Esto no significa que, después de todo, el profesor tendría razón en su comentario, sino que detrás de este resultado hay aspectos culturales complejos que es necesario empezar a cambiar. Por ejemplo, habría que preguntarse si incidiría en los resultados del test de un alumno el hecho que le digan en el colegio, en la familia, o en su entorno que “no sirve para dicha materia” por su género. Ahora, suponiendo que la alumna supera su frustración y termina graduándose exitosamente de una carrera de ingeniería, o del área de las ciencias y la tecnología, la vida laboral tampoco se le hace muy fácil. De acuerdo con un blog reciente del Harvard Business Review, los ambientes corporativos del área tecnológica “bloquearían el potencial de contribución” de las mujeres en su trabajo por aspectos culturales poco amistosos con ellas.

El problema es claramente complejo y su solución probablemente requerirá tiempo y esfuerzo, pero es necesario seguir discutiendo y debatiendo el tema para generar conciencia sobre éste, sobre todo en nuestra área en donde hay una demanda alta de profesionales y no parece razonable estar desperdiciando o rechazando talento por razones de género.

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