Meridional. Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos cumple ya cinco años y llega a su número diez como un esfuerzo más del Centro de Estudios Culturales Lat"/> Meridional. Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos cumple ya cinco años y llega a su número diez como un esfuerzo más del Centro de Estudios Culturales Lat" />
Noticias

Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos:

Meridional n° 10: cinco años editando desde el sur

Meridional n° 10: cinco años editando desde el sur

Hay una matemática de los ciclos editoriales que parece imponer el acto del balance: ahí donde aparecen los múltiplos de cinco y de diez se nos invita poner en perspectiva el trabajo realizado. Una revista se presta para tales efectos porque, en la fila del estante, uno al lado de otro, los números exhiben el binomio de variación y regularidad característico de las publicaciones periódicas. También en el agregado de datos de una plataforma digital puede uno ver esta acumulación de autorías, temas, bibliografías, posicionamientos. Meridional. Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos cumple ya cinco años y llega a su número diez como un esfuerzo más del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos (CECLA), sostén institucional y académico de una publicación llamada a reunir la investigación reciente sobre la historia y la cultura de nuestro continente. Su génesis arranca en el inicio de esta década y adquiere concreción con su primer número en octubre del 2013. Se trató de una compilación miscelánea a la que han sucedido números temáticos que abarcan los estudios de memoria; la escritura de viajes; el pensamiento anticolonial; el giro digital en las humanidades; la narrativa de las dictaduras y posdictaduras; la escritura de mujeres entre el siglo xix y la primera mitad del xx; el estudio de la América colonial; la relación palabra/imagen; y, en el presente ejemplar, el racismo en el Caribe. Diez números que entregan al público académico y al lector general un conjunto de investigaciones originales, notas y reseñas de autores provenientes de Chile, Argentina, Brasil, México, Colombia, Cuba, República Dominicana, Bélgica, Canadá, Francia, Dinamarca, España, Alemania y Estados Unidos.

Pero más allá de los números y la descripción estructural de la revista, Meridional ha significado un empeño –de reciente aparición, pero no menos decidido– por contribuir a la reflexión crítica e interdisciplinaria desde América Latina. Estos últimos elementos –la interdisciplina y el posicionamiento latinoamericanista– podrían resultar una obviedad, la mera consecuencia lógica del título de la publicación, pero han comportado un desafío estimulante para el equipo editorial. La inscripción de la revista en el CECLA significa para Meridional una vocación reflexiva que reacciona con entusiasmo frente a los cruces de fronteras entre campos disciplinares, a contrario de la sospecha que marca, aún, el territorialismo de las divisiones al interior de las humanidades y las ciencias sociales. Abrir el espacio de la interrogación ha sido posible en gran medida merced a las convocatorias temáticas que favorece un sistema de dossier. Pesa más el objeto que convoca, sus exigencias metodológicas y teóricas, y no su domicilio en un departamento universitario u otro. De este modo, es posible estimular el diálogo entre investigadoras e investigadores que integran redes de trabajo a nivel nacional e internacional y enriquecer el debate a partir de enfoques plurales, que dan cuenta, además, del trabajo de punta realizado en distintas áreas del saber. Llevar a la práctica un discurso interdisciplinar desde la vereda de la edición significa desafíos enriquecedores que involucran el diálogo con pares cuyos campos científicos varían de un número a otro, pero con quienes existe un interés compartido por la convergencia de perspectivas. La búsqueda de evaluadores abiertos a tal apuesta no es siempre fácil, pero sirve como un recordatorio del trabajo colaborativo que exige un proyecto como Meridional. El resultado es la aparición de números cuya consistencia temática hace factible que emerjan comunidades de lectura que reciben algo más que la compilación miscelánea; en ella se corre más explícitamente el riesgo de aislar las contribuciones en su recepción.

Otra índole de problemáticas se impone al posicionar el trabajo de Meridional en el horizonte latinoamericano. No solo se trata de publicar textos cuyo tema u objeto se defina producto de la pertenencia a alguna de las unidades nacionales que integran un mapa de contornos siempre en disputa, sino también de dar espacio a voces cuyas pesquisas se realicen, también, en dicho territorio. Sin adscribir editorialmente a una postura monolítica o esencialista, existe un convencimiento de que la denominación América Latina tiene sentido más allá del agregado de países. Representa la posibilidad de mirar un conjunto heterogéneo de experiencias históricas y de producciones culturales cuya inscripción en un marco mayor las enriquece. De ahí se deriva la política lingüística de acoger lo que Grínor Rojo, director de la revista, denomina las “lenguas mayores” de nuestros territorios. Fomentamos una publicación plurilingüe que, no obstante, tiene aún el desafío de incorporar otras hablas, especialmente lenguas indígenas. La producción científica en dichos idiomas es cada vez menos un desiderátum y será una tarea de los años venideros pensar cómo tensionar el lugar de privilegio y prestigio otorgado a las lenguas europeas.

La curiosidad por los asuntos del continente responde, también, a una apuesta por visibilizar las temáticas regionales en un país como Chile, cuya historia reciente –en la estela de la modernización neoliberal impuesta por la dictadura cívico-militar y continuada en los gobiernos civiles– se ha construido de espaldas a las sociedades vecinas, en una fuga de lo latinoamericano que reproduce los prejuicios vetustos y poco sostenibles, pero no menos operativos. Las olas migratorias vividas en Chile en las últimas décadas ponen más urgencia a la tarea de repensar nuestras relaciones con la región, y el trabajo desde las humanidades resulta clave para comprender procesos de largo alcance espacial y temporal a los que nuestro país no ha sido ajeno. Tejer redes con investigadoras e investigadores de otros países es una de las formas en que, desde Meridional, quisiéramos contribuir a un diálogo largamente demorado, aunque no por ello menos urgente.

Editar desde América Latina tiene, además, una connotación particular en el contexto de las instituciones académicas contemporáneas. Las transformaciones dentro del campo de la investigación científica han derivado en cambios notorios para los medios en los que se comunican los resultados de dicha investigación. El debate respecto de dichos cambios ha sido nutrido y con una heterogeneidad de posiciones relativas a su valoración. A ratos la invectiva abstracta contra el paper, especie de bestia negra del neoliberalismo académico, ofusca el análisis y hace olvidar el papel que han desempeñado las propias comunidades de investigación a la hora de promover –o resistir– criterios de estandarización para los formatos de las publicaciones periódicas. Desde Meridional hemos intentado acoger diversas aproximaciones escriturales para las colaboraciones que publicamos. No existe un solo formato para la difusión de las ideas, y es responsabilidad de todas las partes del proceso editorial promover esta pluralidad, al mismo tiempo que se cumplen los rigores de la profesionalización en nuestras áreas del saber. Existe en ese proceso una tensión permanente entre el respeto a las elecciones de estilo de cada colaborador y el mandato editorial de volver legibles, comprensibles y accesibles textos dirigidos a un público especializado. Fetichizar el ensayo corre el riesgo de hacernos olvidar que estructuras tan ligadas al paper como los resúmenes y las palabras clave son hoy requisitos insoslayables para que las contribuciones sean buscables y puedan, así, encontrar a sus lectores por medio de plataformas que usan los datos contenidos en esos paratextos.

Dentro del debate anterior sería crucial, también, visibilizar el esfuerzo asociativo de redes de editores –como Latinoamericana o el Foro de Editores Científicos de Chile, que Meridional integra– por promover otros modos de evaluación y calificación para las revistas. ¿Qué constituye una publicación de prestigio en nuestros medios y cómo se la distingue? ¿Cuáles son los parámetros para valorar el trabajo de una revista? ¿A quiénes sirve esa jerarquización? Un caso útil para dar algunas respuestas es el de REDALYC, repositorio e índice que, desde nuestra propia región, ha liderado una defensa de prácticas que ponen en primer lugar el acceso abierto y la diversidad editorial por sobre los mecanismos desplegados por instituciones transnacionales de gestión de información. La adhesión mayoritaria de las revistas académicas latinoamericanas al acceso abierto es un dato que no debiésemos minimizar. El licenciamiento y la integración del saber científico –en muchos casos producido con fondos públicos o desde instituciones públicas– a bases de datos controladas por capitales europeos o norteamericanos constituyen una forma de extractivismo intelectual que puede implicar barreras de acceso al conocimiento. Sin embargo, existe un espacio para las ambigüedades y los acomodos tácticos. Las aspiraciones por indexar una revista responden, con frecuencia, a una transacción pragmática que permite la sobrevivencia del espacio en el tiempo, y se enmarca también en las distintas políticas nacionales de evaluación científica. El hecho de que en países como el nuestro sea la propia comunidad académica –con varias mediaciones, es cierto– la que define parte de los criterios de valoración editorial (tal o cual índice o base de datos por sobre otras posibilidades) no debiera pasar desapercibido a la hora de pensar en marcos alternativos. Si carecemos hoy de otros mecanismos para validar y distinguir la producción académica es porque no se han articulado sistemas capaces de hacerle el peso a los actualmente existentes. Aportar a esa tarea es, en último término, pensar en un combate contra la dependencia intelectual y a favor de la soberanía epistémica para los medios latinoamericanos.

La contribución de Meridional a un horizonte de esa índole es modesta y local, pero no menos decidida. En estos cinco años, ha tenido concreción gracias al aporte de quienes hemos integrado su equipo: Grínor Rojo, director; Darcie Doll, Alicia Salomone, Alejandra Vega, Carol Arcos y Marcelo Sánchez, a cargo de la edición; Isidro Parraguez y quien escribe como asistentes editoriales; Dieter Langer, Elena Loyola y Julieta Marchant, responsables de la corrección de estilo y la diagramación; Verónica Egon, Rodrigo Parada, Ana Marques, Mila Araujo, Thomas Rothe, Anne-Laure Guillet, quienes revisaron textos en inglés, portugués y francés; Gabriel Hidalgo, diseñador de la portada y las plantillas de interiores; Gráfica LOM, responsable de la impresión de los ejemplares físicos, objetos cada vez más escasos frente al avance de los medios digitales. Un último reconocimiento, y no menos importante, debe ir al CECLA, que durante estos años ha apoyado incondicionalmente a Meridional, tanto desde sus directoras –Alejandra Vega, Claudia Zapata y Lucía Stecher– como desde el trabajo incansable e insubstituible de Marieta Alarcón, secretaria sin cuyas orientaciones estaríamos todos más perdidos de lo usual en el sur de la edición. 

Galería de fotos

Últimas noticias