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COLUMNA DE OPINIÓN

El valor de un PhD

"El valor de un PhD", columna de opinión del Senador José M. Piquer

La semana pasada, mi insoportable amigo @lnds dijo en Twitter que su recomendación para los chicos de 25 años era que dejen de estudiar y ganen experiencia, que hacer un PhD no tiene ningún valor. De hecho, ya existen algunas publicaciones que documentan lo poco apreciados que son los doctores en los mercados desarrollados, donde muchas veces es más difícil conseguir un trabajo no académico con un doctorado que sin él.

Por supuesto, en Chile esto es mucho peor, y un PhD no tiene ninguna opción fuera de la vida académica. ¿Quiere decir esto que el país pierde tiempo y dinero al financiar becas de doctorado tanto en Chile como en el extranjero? ¿Para qué sirve estudiar tanto, cuando lo que necesitamos es gente que produzca, que entienda el mundo real de la industria?

Un buen programa de doctorado forma un sujeto bien específico. Se trata de un investigador autónomo y creativo, que busca desarrollar su carrera en forma independiente, que conoce su área científica y entiende cómo se investiga, experimenta y publica en el mundo científico. No se le forma para que sea un buen profesor, ni para que sea un buen emprendedor, ni para que sepa transferir su conocimiento a la sociedad. Algunos doctores saben hacer esas cosas, pero otros no, dependiendo de las habilidades e intereses personales.

Por lo tanto, la pregunta de fondo es: ¿De qué le sirve a Chile tener más doctores? La respuesta obvia es: para hacer más y mejor investigación científica y tecnológica. Y entonces ¿de qué le sirve a Chile hacer investigación de nivel mundial?

Existe una clara correlación entre nivel de investigación y nivel de desarrollo de un país. Pero, como siempre, es difícil establecer una relación de causalidad entre ambos. El ejemplo más claro de relación causal entre estas actividades es Estados Unidos, donde muchas empresas innovadoras y exitosas han salido de los laboratorios de las mejores universidades del mundo (medidas en términos de investigación). Esto ocurre en un medio ambiente muy especial, donde un enorme porcentaje de la investigación es financiada por las empresas privadas (y por la Defensa, claro).

Sin embargo, también se puede tener un nivel de investigación internacional sin generar ningún impacto sobre el desarrollo económico de un país, basta con que los laboratorios vivan del financiamiento estatal e internacional y no conversen siquiera con la industria nacional. Es decir, lo que ocurre hoy en Chile.

Hay gente que piensa que hacer investigación de nivel mundial en Chile es fundamental para el país, aunque no exista ninguna interacción con el sector productivo. Es posible que haya algo de cierto en esto, pero estoy convencido de que, para un país como Chile, es un crimen que no se aproveche el buen nivel de la ciencia local como motor de desarrollo económico y social.

Para que ocurra este cambio, y haya real transferencia desde la ciencia y la tecnología universitaria hacia el sector productivo, necesitamos formar doctores de nivel internacional, y muchos. Por supuesto, mientras más extranjeros vengan a estudiar a nuestros programas, mucho mejor, y por eso es que la eliminación de las becas para extranjeros (que viene de una interpretación miope, burocrática y casi xenófoba de parte de los organismos públicos), es un atentado contra la calidad de nuestros programas.

Pero no basta con eso, debemos crear un entorno en que nuestros doctores se inserten, de modo de generar el ambiente necesario de cooperación entre la ciencia y la industria. Lo ideal es que muchos de estos doctores vayan a la industria a desarrollar laboratorios de investigación privados y muestren como estos esfuerzos pueden generar valor en la empresa, y ellos mismos generen nuevos proyectos de tesis para los futuros estudiantes. Para que eso funcione, debemos promover que los temas de tesis de doctorado estén relacionados con las necesidades del país, ojalá con alguna industria en particular. De esta forma, desde el comienzo de su tesis ese alumno entiende la problemática real y le es más fácil luego integrarse en esa misma industria.

Lograr o no lograr este desafío es probablemente la clave para el desarrollo futuro de Chile.

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