Al 13 de Agosto del 2019 la acumulación de lluvia (desde el 1 de Enero) en Santiago es de solo 66.6 mm, muy por debajo de los 240 mm en un año promedio, a esta fecha. Esto representa un 72% de déficit, valor que se repite a lo largo de Chile central (Coquimbo-Maule). Más al sur el déficit es cercano al 30%.
Para poner estos números en contexto, la figura muestra las series de precipitación acumulada (cada línea gris es un año) en la estación Quinta Normal desde 1911 a la fecha (datos gentileza de J. Quintana, DMC) donde se destacan las súper sequías de 1924, 1968 (ambos años terminaron con 69 mm) y 1998 (92 mm), muy por debajo de la acumulación anual promedio (310 mm).
Si no lloviera más en Santiago, este año sería el más seco en 109 años y llevaría a la Mega-Sequía a completar una década. Los pronósticos estacionales (DMC y otras fuentes) anticipan la ocurrencia de una primavera seca, de manera que es altamente probable que este año termine con un déficit pluviométrico muy significativo.
Pero el invierno aún no finaliza e incluso la primavera puede traer algo de la anhelada lluvia. Un ejemplo es el 2015 (también destacado en la figura), a comienzos de agosto la situación era aún más seca que la actual, pero un potente río atmosférico a mediados de ese mes y otras tormentas en primavera, contribuyeron a que el año terminara con 215 mm, bajo el promedio, pero no extremo.
Las causas de este año tan seco son las mismas que han prevalecido durante la última década: anomalías muy persistentes de alta presión en la zona subtropical del Pacífico y una presión anormalmente baja en la periferia antártica. Este dipolo de presión desvía las tormentas hacia la zona austral. A su vez, el dipolo se mantiene mayormente por un calentamiento del Pacífico cerca de Nueva Zelanda (causa natural y posiblemente cíclica) junto a la emergente señal del cambio climático de origen antropogénico y que llegó para quedarse.