Un asalto por sorpresa. Así fue, en un comienzo, el desarrollo de la docencia remota por parte de los miembros de la comunidad de la Escuela de Ingeniería y Ciencias de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Aunque ya la veníamos ejercitando, su obligada aceleración e intensificación como producto de la crisis sanitaria por el COVID-19 nos impactó. No en vano se señala que en un solo año se habría concentrado la transformación digital que demoraría normalmente cinco. Sin embargo, con flexibilidad y capacidad de resiliencia, pudimos superar las esperables dificultades que emanan del tamaño de una comunidad de más de 5.000 estudiantes de pregrado, más de 700 docentes y más de 1000 secciones-curso, sumado a la flexibilidad que damos a los estudiantes para tomar sus ramos.
Muchas personas, tanto de la Facultad como de la Universidad, trabajaron arduamente para proveer de equipos electrónicos y conectividad a las y los estudiantes con menos recursos económicos y materiales. Ese apoyo vino también de las propias familias de los estudiantes. Asimismo, el Área para el Aprendizaje en Ingeniería y Ciencias (A2IC) de la Escuela tuvo un rol protagónico en el acompañamiento de las y los docentes, creando material de apoyo, compartiéndolo por medio de una comunidad virtual y boletines semanales, y realizando talleres y encuentros de reflexión sobre el quehacer docente.
Nuestra capacidad de reacción no está exenta, por lo demás, de desafíos. Por lo pronto, cuidar el sentido de comunidad para lo cual resulta más funcional la docencia presencial, tal como se constata de la experiencia universitaria reciente a nivel global. Las y los estudiantes ingresados en este período de crisis se han visto imposibilitados de empaparse de la universidad en plenitud ante la ausencia de una vida de campus que potencia el sentido de pertenencia. Esto obliga a imaginar actividades significativas para ellos, sin perder de vista el proceso de admisión 2021. La ambivalencia del impacto de la tecnología resulta evidente: al tiempo que ha despertado nuestra creatividad metodológica, no permite el desarrollo del espíritu de comunidad.
De los aprendizajes hemos salido más sensitivos y más fuertes como comunidad de ciencia e ingeniería, así como también más abiertos a los desafíos que nos depara un futuro pospandémico.