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Transitando hacia un sistema educacional más resiliente

Transitando hacia un sistema educacional más resiliente

La emergencia sanitaria producto del coronavirus ha conmocionado a la mayoría de las personas, sectores e instituciones. La Universidad ha experimentado sus propias tensiones y trastornos; no obstante, ha debido comprometerse con la sociedad, como corresponde a su misión.

Como directora del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la Universidad y del CIAE he debido, como todos quienes estamos a cargo de alguna unidad académica, jugar un doble rol: hacia adentro y hacia afuera de la institución.

Hacia adentro, ha sido muy importante asegurar que todos sigamos conectados, que la información fluya y, al mismo tiempo, ocuparse del bienestar socioemocional de quienes trabajan en la institución. Hemos desarrollado nuevas capacidades, aprendido a trabajar de una manera distinta, compartir prácticas y reconocer nuestra interdependencia. Es muy probable que, al volver al trabajo presencial, muchas de las prácticas desarrolladas en este tiempo se mantengan, ya que permiten un trabajo más efectivo.

En tanto, seguir realizando nuestro trabajo ha sido clave para el rol hacia afuera. El cierre de escuelas y liceos ha generado la urgente necesidad de acompañar a docentes, directivos, estudiantes y sus familias, con orientaciones y herramientas pensadas para apoyar el bienestar socioemocional de las comunidades educativas, llevar adelante la priorización curricular y apoyar la gestión, tanto a nivel escolar como del sostenedor.

Hemos llevado a cabo un trabajo interuniversitario en conjunto con la Universidad Católica, al que se han sumado más de 100 académicos de otras 20 universidades, generando propuestas y recomendaciones concretas para enfrentar el desafío que nos impone la educación remota, la que, como nunca, ha evidenciado la desigualdad educativa incrementada por la brecha digital.

Esta experiencia nos está mostrando que la crisis que atravesamos también puede ser vista como una oportunidad para transitar hacia un sistema educacional más resiliente, que cuente con más herramientas, dotando de nuevas capacidades a estudiantes, docentes y directivos, tanto a nivel universitario como escolar. Esto es fundamental dado que es probable que, a futuro, nos toque enfrentar escenarios cambiantes e inciertos, en los que principios como colaboración, priorización, flexibilidad y agencia sean claves para sortear esos nuevos desafíos.

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