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Innovación tecnológica en minería

Innovación tecnológica en minería

La minería es la principal actividad económica de Chile y como tal es natural esperar que sea un motor de innovación tecnológica en el país. No obstante, dicha innovación es escasa, en parte porque no se tiene conciencia sobre la urgencia que hay por caminar en esta dirección.

Dicha urgencia es cada vez más evidente, se manifiesta en la reducción de las leyes de alimentación, está en la escasez de agua, en la dificultad para encontrar terrenos donde depositar relaves, está presente en el alto precio de la energía y también en el necesario endurecimiento de regulaciones medioambientales.

Si a lo anterior agregamos la incertidumbre que existe sobre el ritmo de crecimiento de China y el efecto directo que eso tiene en el precio de los metales, resulta evidente que la minería, y por consiguiente Chile, enfrentan amenazas que justifican concentrar esfuerzos y recursos en buscar solución a estos desafíos mediante el desarrollo innovación tecnológica que contribuya a mejorar el rendimiento del proceso minero. La innovación tecnológica es urgente.

¿Pero, basta esta urgencia para que la innovación ocurra? No, se debe generar un ecosistema para la innovación donde, además del sentido de urgencia, deben concurrir factores como la disponibilidad de capacidades técnicas, recursos humanos, acceso a recursos económicos, junto con una adecuada disposición a asumir riesgos. En esto último nuestra industria es particularmente conservadora; conservadurismo que va a cambiar en la medida en que se produzca un cambio generacional acompañado de un cambio en la forma como se prepara a los nuevos profesionales de la industria minera. Urge inculcar la innovación en los planes de estudio de estos nuevos profesionales.

Pero eso no es todo. En parte este ecosistema falla en su constitución por lo difícil que es establecer una relación fluida entre los actores relevantes de esta historia. Aquí quiero destacar a universidades y/o centros de investigación, en su rol de generadores de conocimiento y formadores de capital humano, y a la industria, que es la llamada a plantear los problemas a resolver y financiar, aunque sea parcialmente, la I+D necesaria para que ocurra la innovación.

Siendo éste el año de la innovación, parece un buen momento para asumir el compromiso de fortalecer la relación entre academia e industria y contribuir de este modo a la generación de un ecosistema para la innovación. Si bien aún faltaría incorporar capital de riesgo en la ecuación, una relación fluida industria-academia sería ya un gran paso en el camino de la innovación. Tal vez aún no sea demasiado tarde; tal vez no sea necesario esperar un cambio generacional para observar una explosión de ejemplos de éxito en proyectos de innovación tecnológica para la industria minera. Después de todo, las capacidades técnicas sí están.

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