Esta versión de Beauchef Magazine registra un episodio histórico del mundo y, por supuesto, de la FCFM: el año de la pandemia de COVID-19.
Imagino a nuestras/os estudiantes en varios años más hojeando esta revista para entender cómo se vivió este período en Beauchef. En estas páginas se encontrarán hechos sorprendentes, como la experiencia de pasar rápidamente del mundo social físico al virtual, cambiando la rutina diaria de ir a clases al campus y de la vida universitaria con compañeras/os y amigas/os, por una extremadamente distinta, de encierro domiciliario, frente a un computador con inestable conectividad y mucha actividad familiar de difícil compatibilidad con la concentración del estudio.
O la de las y los trabajadores a quienes les cambió su jornada laboral por la cansadora tarea del trabajo virtual combinado con responsabilidades parentales, muy demandantes debido a que hijos e hijas dejaron de asistir al colegio.
Los relatos son diferentes, pero podrán advertir -quizás entre líneas- elementos comunes. Para todos fue inesperado y hubo que reaccionar a la adversidad en forma instintiva, como nos han acostumbrado nuestros recurrentes desastres naturales que han dejado una capa de resiliencia que nos protege en estas circunstancias. Nuestra primera prioridad fue la seguridad sanitaria de nuestra comunidad, por lo que tomamos todas las medidas que fueran necesarias. Hemos sufrido momentos angustiantes cuando algún integrante de la FCFM se ha contagiado o ha perdido a un ser querido.
En estas historias hay estrategias de sobrevivencia, no solo a nivel personal, sino también para cumplir nuestra misión universitaria, sin claudicar en la excelencia ni en nuestra orientación por el bien público, lo que hizo que ese desafío fuese especialmente exigente, a veces extenuante.
Durante los primeros meses fue necesario organizar la docencia virtual, adaptarla a las nuevas condiciones, manteniendo horarios -pero no siempre fechas y plazos-, apoyando la conectividad y definiendo el carácter sincrónico o no de cada actividad. Se modificaron metodologías docentes, pero la mayor dificultad resultó ser realizar evaluaciones para medir el aprendizaje logrado. Paralelamente, buena parte de la investigación se reorientó a apoyar al país en el reto de enfrentar muchas decisiones diarias y novedosas, entregando métodos científicos y procesos empíricos para frenar al máximo el avance de la pandemia y reducir su impacto. Los procesos administrativos también migraron al espacio virtual, a una velocidad que a todos no dejó pensando por qué no lo habíamos hecho antes.
Toda esta adaptación requirió -cómo no- un cambio profundo, concibiendo una mayor flexibilidad, para crear condiciones que nos permitieran mayor resiliencia frente a un mundo que cambió abruptamente. La preocupación por la calidad de vida de profesoras/es, estudiantes y funcionarias/os fue un tema altamente prioritario, junto con la necesidad de reconstruir, en algún grado, la valiosa interacción intelectual y social que se nos quedó atascada allá en el campus. Flexibilidad y resiliencia, junto a los valores de excelencia y bien público, nos han permitido cumplir nuestra misión y, además, acumular nuevas experiencia y aprendizajes compartidos con los cuales seguir adelante aún más unidas/os, por la emocionante ruta de la creación y transmisión del conocimiento.