A veces, la vida cambia más rápido de lo que percibimos, y es importante darnos cuenta a tiempo.
Para el terremoto de 2010, nuestro laboratorio de investigación de NIC Chile en la Universidad de Chile, determinó que esa noche más del 60% del Internet chileno quedó aislado y desconectado del mundo por más de 6 horas. Sin embargo, nadie se dio cuenta y a nadie le importó. El reclamo masivo del 2010 fue que los celulares no funcionaban para llamar por teléfono, y la gente se sintió desamparada al no poder hablar con sus seres queridos.
Hoy, el 2015, tuvimos un gran terremoto en el norte y fueron las redes sociales y la mensajería Internet, WhatsApp muy particularmente, quienes fueron los héroes del día, permitiendo a la gente contactarse, tranquilizarse e incluso mantenerse informados. Si esta vez Internet hubiese fallado, tendríamos un escándalo mayor. A cambio, a nadie le importó que los llamados de voz fallaran como siempre.
Creo que es hora de definir que Internet es una infraestructura crítica para el país, y desarrollarla y monitorearla como tal. Además de su uso en caso de catástrofes, la verdad es que nos hemos vuelto cada vez más dependientes de su funcionamiento para nuestras vidas cotidianas: relaciones humanas, compras, medios de pago, información, navegación en la ciudad, operación de nuestros sistemas... Hay un sinnúmero de momentos en nuestras vidas en que dependemos de nuestra conexión a Internet.
Hay estudios que tratan de mostrar la importancia del sector TIC (Tecnologías de Información y Comunicaciones) en la economía del país, y determinan que más o menos un 3% del PIB de Chile se genera en ese sector. Sin embargo, ¿qué porcentaje del PIB chileno se perdería si Internet dejara de funcionar tan solo una hora?
El año 2007, Estonia sufrió un ataque concertado contra sus servicios Internet, inundando la red con requerimientos falsos, paralizando su Internet casi completamente. En algunos momentos, tuvieron que desconectar su Internet del mundo para permitir que sus servicios funcionaran al menos localmente. Estos ataques no dañaron ninguna fibra óptica ni infraestructura física, se trataba simplemente de saturar servidores para que no fueran capaces de responder.
Si aceptamos que Internet es una infraestructura crítica, entonces el Estado tiene que preocuparse que su diseño, tendido y operación garanticen su disponibilidad, incluso frente a catástrofes, fallas o ataques mal intencionados.
Esto implica varios niveles: Fibra óptica (tendido físico), ruteo IP(inteconexión entre proveedores), servidores de nombres (sin nombres no hay Internet) y servicios críticos (onemi, redes sociales, etc).
Por ejemplo, en el terremoto del 2010, una fibra internacional quedó desconectada y, correctamente, el re-ruteo IP funcionó bien, desviando todo el tráfico Internet hacia la otra fibra por una media hora aproximadamente. Fue entonces que algo falló, y se perdió un 60% del Internet chileno por varias horas. Eso ya no fue una falla física por el terremoto, fue una falla de la ingeniería chilena.
Probablemente ese es nuestro punto más débil: somos pésimos para seguir protocolos y respetar estándares. Cuando llega el momento de instalar el equipo en el rack, y justo el enchufe eléctrico protegido está lejos y tenemos un enchufe normal cerca..., nadie se va a dar cuenta.
Dicen que el 2010 algunos racks se cayeron completos por que nadie los apernó al techo, como dice el estándar, pero claro, es una pérdida de tiempo trabajar tanto por unos pernos que ni se ven.
La Infraestructura Internet incluye todos los niveles, cualquiera que falle es grave y hace que el resto deje de operar. No sólo debemos velar por que la fibra tenga suficiente redundancia y que pase por lugares lejanos, no sólo debemos asegurarnos que los proveedores tengan buena interconexión y acuerdos de ruteo para las emergencias. Lo más difícil es asegurarnos que los técnicos hayan hecho bien las cosas, que hayan respetado los estándares y hayan conectado los equipos como se debe.
En Chile, lo usual sigue siendo que el rack de comunicaciones esté al lado del tarrito de Nescafé que usamos para recoger las goteras del techo.
