Noticias

Valeria Budinich, emprendedora social:

Valeria Budinich emprendedora social

Valería Budinich es originaria de Chile y tuvo un breve paso por Beauchef, aunque continuó sus estudios de ingeniería industrial y postgrado en la Universidad de Texas, Estados Unidos. Durante 16 años ha trabajado en la implementación y desarrollo de modelos de negocios, tanto en Estados Unidos como en otros países de Latinoamérica. Actualmente lleva 10 años como miembro del grupo de liderazgo Ashoka, la comunidad de emprendedores sociales más grande del mundo.

En el marco de la inauguración del Laboratorio de Emprendimiento e Innovación (OpenLab) de la FCFM de la Universidad de Chile, Valeria dictó una charla magistral en el Auditorio Enrique d´Etigny centrada en cómo contribuir a una economía eficiente y donde además presentó su libro “Scaling Up Business Solutions to Social Problems” (Palgrave Macmillan Eds., 2015) del cual es co-autora junto a Olivier Kayser, considerada una de las guías imprescindibles para emprendedores sociales. Posteriormente participó en el panel de conversación, que inauguró el OpenLab y nos brindó unos minutos en su apretada agenda para contarnos su experiencia y cómo cree que debe ser el nuevo perfil del ingeniero con interés en el impacto social.

¿Qué te parece lo que has visto hoy en la Facultad? ¿Qué opinas de que se abra un nuevo laboratorio de Innovación y Emprendimiento (OpenLab)?

Lo primero es decir que es impresionante el cambio que ha tenido la Facultad en términos. Cuando digo cambios lo digo con una connotación positiva. Una muestra física es el nuevo edificio de 851.

Respecto del OpenLab, hay que considerar que es crítico el rol que puede jugar un laboratorio como éste, que se define como un espacio abierto, porque en la medida en que esté realmente abierto y que lleve una conversación desde la diversidad, que traiga a los clientes finales a que manifiesten sus perspectivas de cómo van a ser beneficiosos o no los productos que se están generando, la conversación cambia. Entonces las universidades pueden ayudar desarrollando nuevas competencias, desencadenando nuevas conversaciones que ya se están dando en la sociedad y que las casas de estudios como ésta la pueden amplificar. El éxito dependerá del rol que le brinde a este espacio la Universidad de Chile.

Dada tu experiencia ¿Qué consejo darías a la FCFM para que el OpenLab resulte exitoso?

Sería muy presuntuoso de mi parte dar un consejo, pero si me tiro a la piscina les ofrezco dos. Uno, sentir lo que plantean en cuanto a que este laboratorio esté realmente abierto y eso requiere de una conversación que va y viene, de una conversación que muchas veces tiene que ser a nivel de la prensa, de los medios, de algo que manifieste la profundidad del cambio cultural.

Silicon Valley no fue solamente la relación de emprendedores, universidades e inversionistas, fue el hecho también de que hubo una narrativa que emergió antes de que el futuro se manifestara y eso pasó tanto en la tecnología como en Internet. Esas historias que ustedes van a ir a construyendo, yo creo que es importante que las capturen, porque es una forma de involucrar a la sociedad de una manera abierta a que sean artificies de esa nueva realidad.

El segundo tiene que ver con la experiencia ya más vivencial. Yo estudié ingeniería y de alguna manera esa identidad de ingeniera la tuve que ir volviendo a construir con los años. Yo creía que no era compatible la identidad de ingeniera con trabajar en temas de impacto social. Hoy ya no pienso así, pero para eso me demoré más de 30 años. Los cambios culturales y de identidad del ingeniero, necesitan ser más deliberados, no pueden ser simplemente las vivencias de cada uno de nosotros y más que un consejo, quisiera instalar una pregunta ¿Cómo este laboratorio puede ayudar a construir una nueva identidad del ingeniero en el Chile del futuro? Esa es una respuesta que sólo la práctica la va a ir dando. 

Tú te dedicas al emprendimiento social ¿Qué crees que les falta a los ingenieros para colaborar con las problemáticas sociales?

Escuchar con humildad es lo primero y aliarse con personas de otras disciplinas, que ayuden a escuchar desde la diversidad. Otro tema es entender que los números son importantes, pueden ser críticos para orientar dónde poner las prioridades, pero muchas veces los datos mienten, porque están generadas con las preguntas incorrectas o con procesos de consulta que invisibilizan ciertas situaciones.

¿Cómo puede contribuir el proyecto Una Nueva Ingeniería para el 2030?

Ayudando a imaginarse un mundo mejor, donde se requiere la capacidad de romper con los paradigmas o los prejuicios que todos tenemos respecto de cómo se hacen las cosas bien, pero hay un momento en que entendemos que esas preguntas tienen 6 mil millones de respuestas y para todos los seres humanos que viven en este mundo, y que cada una de ellas es tan válida, por eso tenemos que escucharla de una manera distinta. Y el problema es que en las escuelas de ingeniería rara vez enseñan eso. Plantear la nueva ingeniería del futuro debe necesariamente contemplar eso.

¿Y cuál es el rol de las universidades en el emprendimiento?

Quisiera destacar que las universidades están en una posición para ser un actor que vincule nuevas conversaciones en la sociedad y que cree un espacio de confianza nuevo, que sea un espacio en el cual nos demos permiso para inventar el futuro, más allá de lo que implica el poder de cualquiera de los otros actores de la sociedad y ahí veo un laboratorio como el OpenLab, teniendo esa capacidad de articular conversaciones, de hacer esas conexiones entre actores, que normalmente no conversan y plantear esas conversaciones. En ese sentido, un laboratorio como éste debe ser visto por los estudiantes como una oportunidad para ser un actor protagónico de esas nuevas conversaciones.

Pareciera ser que recién el país está tomando en cuenta estos temas de innovación y emprendimiento ¿Cómo lo ves tú? ¿Estamos llegando tarde?

Yo no creo que estemos llegando tarde, es una conversación que ha venido por oleadas. A finales de los noventa por ejemplo, yo participé en dos iniciativas en Chile que han marcado una nueva pauta en el tema del emprendimiento. Una de ellas es Endeavor, en el tema de introducir en la industria de capital de riesgo para mercados emergentes y han hecho un excelente trabajo en el país, en posicionar ese tema y en por lo menos 25 países más. El otro emprendimiento es el Club de Emprendedores, una iniciativa de Fernando Flores, que buscando cambiar las prácticas de emprendimiento y de generar una nueva misión, fue el primero en traer esa conversación en el tema de desarrollo de capacidades y nuevas redes. Entonces yo lo veo más bien como una ola y en ese contexto, Ashoka, la organización de la cual soy parte, ha traído el diálogo desde el impacto social. Ahora, la diferencia es que instituciones como universidades o empresas grandes comienzan a jugar en ese jardín y ahí se genera una plática que es más cómo hacer de la tarea de un emprendimiento de impacto social, una tarea de todos.

De Tocopilla a la Revolución Sandinista

¿Cómo nace tu interés por las problemáticas sociales?

Mis primeros 7 años fueron en Tocopilla, donde hay muchísima pobreza, tanto de la gente que trabaja en la minería, como la gente que trabaja en la pesca. Estudié en una escuela pública y vi que en el fondo todos éramos parte de una comunidad, pero habían diferencias fundamentales en los niveles de ingreso. Eso me acompañó toda la vida, en el sentido de entender la pobreza no como un dato, sino que tiene cara y que esas personas a las que tú respetas, viven en situación de pobreza. No es por falta de talento que son pobres, es por falta de oportunidades.

¿Por qué decidiste estudiar ingeniería y no dedicarte quizás a una carrera del ámbito de las ciencias sociales?

A mí me encantaban las matemáticas y decidí estudiar ingeniería, pero estudié ingeniería en un momento en que la vida me llevó a Nicaragua, mi papá trabajaba en Naciones Unidas, y eso coincidió con la Revolución Sandinista. Viví la guerra y entendí las desigualdades desde otro ámbito, la economía se construye con las decisiones que todos tomamos a diario. Me sensibilicé con el tema de que es posible construir una economía más inclusiva y me desilusioné muchísimo con el proceso revolucionario de Nicaragua y decidí dejar ese país.

¿Qué fue lo que te desilusionó de Nicaragua?

Que la revolución fue una gran promesa de cambio que al final perdió una oportunidad histórica porque se cayó en la retórica y en los abusos de personas que se posicionaron para estar en el poder y no cumplir con las puertas que habían abierto y con las conversaciones que ellos mismos habían comenzado. Lo triste era que la Revolución Sandinista fue realmente una coalición de partidos de izquierda y de centro, pero de alguna manera se cayó en una demagogia que al final ha hecho de Nicaragua, después de ser el país más rico de la región, excluyendo a Panamá, a uno de los tres países más pobres, junto con Haití y Honduras.

Luego de dejar Nicaragua y asentarte en Estados Unidos, ¿Hubo algo en específico que te motivó a seguir el camino del emprendimiento social?

Cuando me fui a Texas trabajé en modelos matemáticos, comencé a diseñar un programa de simulación para una línea de ensambles, tabletas de circuitos integrados, puras probabilidades. Me tocó estar en una empresa en la que dije: en lugares como estos no quiero trabajar, y así comencé a trabajar en desarrollo empresarial, pero desde el mundo social.

Galería de fotos

Últimas noticias