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Columna profesor Gabriel Vargas: El peligro de la ignorancia o sobre por qué modificar el Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS)

Columna prof. Gabriel Vargas: El peligro de la ignorancia

En “La Transformación de Santiago” (Julio de 1872), texto que dirigiera a la Ilustre Municipalidad, al Supremo Gobierno y al Congreso Nacional, don Benjamín Vicuña Mackenna, intendente de la ciudad (1872-1875), plasmó lo que se traduciría en las obras modernizadoras más relevantes realizadas durante el siglo XIX, una idea de ciudad que conjugaba orden, belleza y cultura, una ciudad puesta a disposición de sus ciudadanos.

La sola canalización del Mapocho constituyó una hazaña de ingeniería y planificación, que permitiría a posteriori evitar buena parte de los desastres provocados por las crecidas e inundaciones de este río en el casco urbano del Santiago de ese entonces. Vicuña Mackenna no solo fue un político visionario que defendió con regio temple las ideas liberales en pos de mayor igualdad, sino también un gran documentalista, un historiador que supo observar la realidad de su época y legar a los ciudadanos de su querido Santiago una idea moderna de ciudad, una planificación para lo que sería su desarrollo en el siglo venidero. De hecho, una de sus obras fundamentales, “Ensayo histórico sobre el Clima de Chile” (1877), continúa siendo fuente de consulta obligada para quienes investigamos sobre el impacto de fenómenos extremos de la naturaleza en nuestro país.

Santiago es hoy harto más grande en extensión y en cantidad de habitantes. Una ciudad cada vez más expuesta a potenciales catástrofes naturales, particularmente en su borde oriente, precordillerano. De ahí que urge la revisión y modificación del Plan Regulador Metropolitano (PRMS), como un instrumento –maestro- que permita normar su desarrollo considerando la posibilidad de este tipo de amenazas.

El informe “Estudio Riesgo y Modificación PRMS Falla San Ramón” (Seremi-Minvu, 2012) mostró que cerca de un 50% de la traza de esta estructura geológica, es decir, de su ubicación conocida en superficie, no estaba urbanizada, constituyendo una oportunidad para la planificación territorial. La sola posibilidad de actuar sobre la norma tomando como base el conocimiento científico, permitiría despejar la incertidumbre que significa mantener en la ignorancia sobre este tema a la población, inversionistas incluidos, e impulsar políticas de desarrollo sustentable en la materia.

Basta tomar los ejemplos de California y Nueva Zelanda, en donde las normativas territoriales disponen medidas claras en relación a las fallas activas, aquellas capaces de generar terremotos con gran intensidad local y ruptura en superficie, las cuales incluyen franjas de exclusión, zonas de edificación especial, así como la generación de conocimiento científico específico en caso que éste no fuera disponible; en ningún caso el abandono del territorio.

La ignorancia es peligrosa, y particularmente lo es en el caso de los desastres socionaturales. La reducción del riesgo no se puede restringir a la gestión del mismo, es decir, a la fase reactiva, componente importante pero no suficiente del problema. El énfasis debe estar puesto en la prevención basada en la generación, transferencia y retroalimentación social del conocimiento científico-técnico, en educación y en planificación territorial.

Don Benjamín Vicuña Mackenna nos legó una estrategia de desarrollo urbano digna de un servidor público, en todo su significado. Vale la pena preguntarse cuál será el legado de esta generación, la nuestra, una en que los adelantos en el conocimiento científico no pueden ser desoídos y en cambio, debieran ser incorporados en la planificación de la ciudad.

 

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