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Es difícil hablar de la necesidad evidente de que nuestro país se desarrolle en base al conocimiento y esfuerzo de las personas que lo habitan, en vez de la explotación de las tierras y mares de su territorio.

La minería proviene del siglo pasado. La agricultura y la pesca provienen de remotas épocas ancestrales. Fue natural a los países vivir de sus recursos naturales, ya que eso era toda la fuente de producción y del comercio del mundo por muchos siglos, hasta la llegada de la era industrial, donde la manufactura pasó a tener un componente relevante en el desarrollo de los países más avanzados. Después de la guerra fría y principalmente como derivado de la carrera espacial, se comenzó a incubar la sociedad tecnológica, también denominada la sociedad del conocimiento.

Ello dio lugar a una prosperidad nunca vista en el mundo, pero al mismo tiempo creó diferencias entre los países que proveían recursos básicos y los que los consumían, más aún, los países dueños del conocimiento, eran los que consumían esos productos básicos. Los precios de los productos básicos los colocaban los consumidores y nuestro país, como tanto otros, pasó a depender de los países ricos. Si a ellos les iba bien, a nosotros también y al revés.

Chile es un exportador neto de productos naturales, como Minería, Agricultura y Pesca y un importador de manufactura industrial y de conocimiento. Ello conlleva un riesgo enorme, pero también un techo a nuestro potencial de crecimiento, ya que hasta ahora ningún país productor de materia prima ha llegado al desarrollo por estos puros méritos (aunque produzca oro, petróleo o cacao).

Nuestro país tiene clara esta dicotomía existencial, pero el sólo tenerlo claro y hablarlo, no soluciona el problema.

Hemos llegado a un punto de incertidumbre de nuestro país y también del futuro del mundo, en que debemos actuar por las dignidad de las generaciones venideras y en cierto modo; OPENBEAUCHEF, es nuestro grano de arena. Eventualmente una industria como Tesla, Apple, Google o Nokia saldrá de nuestra casa y podremos sentirnos orgullosos y agregar valor y empleos de calidad al país en que vivimos. Lo complejo es que todas esas empresas ya son el pasado y el futuro es un camino inexplorado lleno de riesgos y oportunidades, en ámbitos como inteligencia artificial, manufactura 2.0, medicina personalizada, realidad virtual o aumentada, bigdata, etc. (vean un capítulo cualquiera de Black Mirror en Netflix).

En eso tenemos una pequeña y breve oportunidad, pero no es fácil y requiere mucha voluntad y valor, como país primero y en nuestras propias mentes después. Como Universidad de Chile y como un centro de ciencia y tecnología complejo, tenemos una obligación para con nuestro país.

Construir un futuro distinto para soñar en él es lo que anhelamos. La otra opción es cruzar los dedos, resignarnos y dejar que nos lleve el viento del destino donde sea y aspirar, como leí en el diario, a pasar "piola" con tipos como Trumph y que no nos molesten, por ser un país insignificante.

¿Podremos hacerlo? Posiblemente sí, pero será un esfuerzo tremendo y una convicción pragmática de que será un trabajo laborioso y doloroso.

Jaime Alée G.

Gerente de Innovación y Emprendimiento

OpenBeauchef

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