Algunos/as han comparado la irrupción de la inteligencia artificial (IA) con la masificación de internet, e incluso con la revolución industrial. Si estas visiones son correctas solo el tiempo lo dirá. Lo que es claro es que estamos viviendo un momento histórico en el avance tecnológico. Estos cambios también generan incomodidades y ajustes en las formas tradicionales de realizar tareas. Una de estas tareas —o más bien misiones— es la educación. El acelerado desarrollo de la IA puede ser abrumador, especialmente al reflexionar sobre cómo afecta nuestro rol como formadores/as de futuros/as profesionales. Así, surge una pregunta clave: ¿es esto una amenaza o una oportunidad para la educación superior? En un mundo tan cambiante es difícil tomar una postura definitiva, pero lo que sí es evidente es que la inacción sería el peor error frente a este desafío.
Desde una perspectiva crítica, ¿por qué la IA genera tanto vértigo en el ámbito educativo?, ¿es diferente o similar a lo que vivimos con la llegada de internet? Recordemos aquellos tiempos: internet facilitó muchos procesos, revolucionando la comunicación y el acceso a la información. Sin embargo, también creó barreras para quienes tenían menos competencias digitales o rechazaban esta hiperconectividad.
¿Es válida la analogía con esos tiempos? Una preocupación común en debates sobre IA en educación es la necesidad de alfabetización en esta tecnología, un desafío similar al que se planteó con las habilidades digitales en los años 90 y 2000. Si seguimos esta analogía histórica, la respuesta a la pregunta inicial sería: la IA es una amenaza y, a la vez, una oportunidad. Es una amenaza para quienes no desarrollen competencias o interés en este campo, y una oportunidad para quienes se atrevan a explorar y aprender. En educación superior, esta dualidad también aplica. Hoy es impensable enseñar sin internet. ¿Será que en una década más no podamos imaginar la docencia sin IA?
Para abordar este desafío, consideremos ejemplos concretos donde la IA puede potenciar la enseñanza: los agentes socráticos, que simulan el método de preguntas abiertas para fomentar la reflexión en los/as estudiantes, actuando como un “agente virtual”; diseño de rúbricas para simplificar los instrumentos de evaluación, donde las IA pueden generar propuestas iniciales que luego ajustamos según nuestras necesidades, y el Syllabus del curso, donde la IA puede ayudarnos a estructurar la planificación del semestre, ahorrando tiempo y esfuerzo, especialmente en niveles educativos más complejos.
Estos ejemplos ilustran cómo la enseñanza del futuro se adaptará al uso de estas herramientas, mientras el rol docente también evoluciona. En los próximos años enfrentaremos el desafío de integrar esta tecnología de manera equilibrada, formando personas para una nueva era.