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Columna de opinión

El desafío de generar energía verde-verde

Tras un largo proceso de adjudicación del Instituto de Tecnologías Limpias (ITL) —que se inició en noviembre de 2018 y, tras un fallo de la Corte Suprema, finalmente fue adjudicado al Consorcio Asociación para el Desarrollo de Tecnologías Limpias (ASDIT) en abril de 2023—, hoy nos encontramos en la etapa de su creación legal, de dar forma a su gobernanza y firmar el convenio que permite su financiamiento por diez años.

Este consorcio, que en la evaluación de pares internacionales obtuvo el máximo puntaje, lo integramos 11 universidades nacionales, además de la Corporación Alta Ley, la Asociación de Industriales de Antofagasta e institutos de investigación internacionales. Estas instituciones decidieron tempranamente unirse en un formato colaborativo, con el objeto de contribuir al compromiso con el país en su decisión de crear el ITL para el desarrollo de nuevas capacidades basadas en innovación tecnológica y para un avance decidido hacia descarbonizar el país mediante la transformación de la matriz energética.

El financiamiento para el ITL es un aspecto relevante, porque asciende a 125 millones de dólares, con aportes de I+D de la empresa SQM, según lo acordado con Corfo. El instituto está orientado al desarrollo de proyectos de innovación avanzada de tecnología en energías limpias (excluyendo los temas de producción de litio), en niveles de madurez tecnológica avanzada —technological readiness level (TRL) 5 o superior—, es decir, para el desarrollo de pilotaje de tecnologías en ambiente simulado hasta su aplicación en el mundo real, para pasar luego al escalamiento productivo.

Las oportunidades que observamos son impresionantes y sustentadas por evidencia científica. Chile cuenta con más del 55% de energías renovables en su producción anual de electricidad y con la mayor radiación del mundo en el desierto de Atacama, medida entre 2.800 y 3.500 kWh/mÇ año (según Direct Normal Radiation), con cerca de 3.000 horas anuales de sol. Para tener una idea comparada, el potencial de generación renovable es 100 veces la demanda actual de Chile, en otras palabras, la radiación del 4% del territorio del desierto permite generar 200 GW, suficientes para abastecer el 30% de la demanda eléctrica de América Latina.

Estos números plantean, a su vez, un gran desafío para la Región de Antofagasta del cual nuestra propuesta se hace cargo. El desafío consiste en un desarrollo sostenible del territorio, a saber, el desarrollo económico para la región y el país —mediante generación de energías limpias—, bajo el principio de sostenibilidad ambiental y social, construyendo una visión armónica que respete la diversidad cultural, fortalezca las comunidades y proteja la naturaleza. Es decir, que la energía sea “verde-verde”, verde en su producción y verde en sus impactos.

Nuestro compromiso con el proyecto ITL es crear mucho valor mediante el desarrollo de innovación en tecnologías limpias generadas en Chile: empujando la transición energética del país para enfrentar el cambio climático, creando las condiciones para la sostenibilidad ambiental y social del territorio, y formando profesionales capaces de sustentar el desarrollo de la nueva industria de tecnologías limpias. El país nos ha confiado una gran tarea, unidos haremos nuestro mejor esfuerzo por cumplirla.

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