Cada vez que se entregan los resultados de la Prueba de Selección Universitaria (PSU), aparecen las críticas: que reduce la enseñanza escolar a lo que evalúa el examen, que hay desigualdad curricular y se evalúan contenidos que algunos colegios ni siquiera tienen la oportunidad de ver, que es una especie de Simce de 4º medio o que no es suficiente para predecir el desempeño universitario.
El Departamento de Evaluación, Medición y Registro Educacional de la Universidad de Chile (Demre) lleva tiempo trabajando en mejoras a la PSU y nuevas propuestas de instrumentos de selección que abordan estos cuestionamientos. Este fue uno de los temas del seminario con el que el Demre celebró sus 20 años. “No estamos diseñando un nuevo sistema de admisión”, aclaró Alejandra Osses, jefa de la Unidad de Desarrollo y Análisis del Demre. “Queremos proporcionar evidencia que nos ayude a diseñar las soluciones para el futuro”.
En esta tarea, el departamento contó con la asesoría experta de Salomé Martínez, directora del Área Estratégica de Educación del Centro de Modelamiento Matemático de esta casa de estudios, y su equipo.
“Ser capaz de aplicar sus conceptos y procedimientos a la resolución de problemas reales es fundamental para los ciudadanos en el mundo moderno”, afirmó la investigadora sobre los fundamentos que inspiraron el rediseño.
La nueva prueba se concentró en las bases curriculares de 7º básico a 2º medio, donde se aprenden las habilidades fundamentales. Eso permitió no contaminar la evidencia buscada, con problemas de cobertura curricular de contenidos más avanzados de 3º y 4º medio. Y se buscó analizar la capacidad de los alumnos de formular o traspasar los problemas del mundo real al matemático; emplear u operar de manera matemática, e interpretar esos resultados matemáticos en el mundo real.
En total, se diseñaron cien ítems de diferentes tipos de repuesta: completar, selección múltiple y verdadero o falso. Estas respondieron a los ejes del currículum, Números, Álgebra, Geometría y Datos y azar. Con éstos se armaron pruebas de 40 preguntas de distinta dificultad y demanda cognitiva.
“En la construcción de los ítems, tratamos de que hubiera diversidad de proceso, formato y dificultad”, explicó Flavio Guíñez, quien también trabajó en el proyecto y apoyó la presentación de Salomé Martínez.
Como ejemplo, se mostró un problema que sirvió como estímulo para tres preguntas en que había alternativas, pero también había que completar resultados sin ningún tipo de opción.
El piloto se aplicó en Santiago, Colina y Talagante, donde participaron más de dos mil estudiantes. Ellos y sus profesores encontraron difícil el examen, explicó Martínez: “La PSU mide mucho contenido muy fino. Aquí, al revés, había que saber poco contenido y pensar mucho más. Esto agregó mucha dificultad”.
“Las preguntas requieren comprensión, es agotadora, pero muy interesante. Realmente miden habilidades y competencias. Muchas preguntas se pueden resolver buscando una estrategia más que conocimiento”, comentó un profesor de un colegio donde se probó la propuesta.
La investigadora indicó que también hay problemas técnicos para aplicar una prueba como esta. Uno tiene que ver con la cantidad de preguntas y otro con que puede haber sesgos socioculturales o de género asociados a los contextos del mundo real en el que se presentan los problemas. Es decir, que pertenecer a determinado grupo permita entender mejor las preguntas o responderlas mejor y en menos tiempo.
“Esto no es la panacea, pero es parte de algo. Es un experimento que nos permite entender algo más”, concluyó Martínez.
