La iniciativa que celebra su 30ª versión contó con un 62,2% de participación femenina lo cual significó un aumento del 2,6% respecto al año 2018, y la asistencia de más de mil 400 jóvenes de diversas regiones del país incluyendo lugares extremos como la Isla Juan Fernández.
La participación de estudiantes de establecimientos municipales también registró un alza del 2% en relación al año anterior alcanzando el 22% de participación. De igual modo, las ayudas económicas otorgadas traducidas en becas y rebajas de arancel aumentaron en un 7% respecto a 2018, beneficiando a 618 estudiantes en esta oportunidad.
Luis Vargas, director de Vinculación Externa FCFM de la Universidad de Chile, explica que “los resultados obtenidos están alineados con los objetivos que tiene la EdV, que son aportar a la educación escolar y fortalecer nuestros principios de pluralidad y equidad en la educación. Esperamos seguir sumando alianzas que nos permitan ayudar económicamente a más jóvenes para que puedan vivir esta experiencia de vida universitaria mientras descubren su vocación”.
Andrea Peña, subdirectora (s) de la EdV, asegura que “estamos muy contentos por la recepción de los estudiantes, que sacrifican parte de sus vacaciones para seguir estudiando. Es muy satisfactorio ver que asisten a los cursos con la única motivación de asumir desafíos y querer aprender, y que muchos de ellos regresan el año siguiente. Eso quiere decir que la EdV está cumpliendo sus objetivos de acercar la formación universitaria a cada uno de ellos, pero también de contribuir en su educación”, explica.
De la EdV a EE.UU.
En sus 30 años de historia cerca de 55 mil estudiantes han participado en los cursos de la EdV, y tan solo entre los años 2003 y 2018 más de cinco mil 300 jóvenes han ingresado a alguna de las carreras dictadas por la Universidad de Chile después de pasar por estos cursos de invierno y verano. Pero existen algunos casos donde prefieren apuntar más lejos.
En 5° básico, Ignacia Salfate realizó el curso de invierno EdV “El ser humano y su entorno”. “Empecé por curiosidad. Me di cuenta que la física no me gustaba y que la química sí, porque cuando íbamos a los laboratorios lo pasábamos muy bien. Pero la Biología me encantó, porque podíamos experimentar con nosotros. A veces investigábamos nuestra saliva y como éramos todos niños era tan novedoso. Además, había gente de todas partes y todos éramos amigos, era muy bonito”, recuerda.
Esa experiencia hizo que Ignacia regresara cada invierno y a partir de 1° medio comenzó también a invertir parte de sus vacaciones de verano en seguir aprendiendo. “Cuando entré a la enseñanza media se me abrieron un montón de opciones en la EdV y pasé por cursos de matemática y derecho, porque eran cursos súper entretenidos y porque quería ver si esas áreas me interesaban”, asegura.
El curso de verano 2019 “Microbiología para ciencias de la salud” es el último de Ignacia en la EdV: ya salió del colegio y se prepara para, desde agosto próximo, estudiar Biología en la Stony Brook University de Nueva York (EE.UU.) para luego seguir Medicina. “Los conocimientos que adquirí en los cursos de la EdV me ayudaron muchísimo en las pruebas. Por ejemplo, uno de los exámenes que di tenía algunos contenidos de anatomía, y yo el año pasado hice el curso en la EdV de “Anatomía humana” y fue como aprendí esto”, afirma.
Para Ignacia la exigencia de los cursos de la EdV sirven como preparación para la vida universitaria, pero también para descubrir su vocación. “Si no hubiese estado en la EdV quizás hubiese optado por una carrera más tradicional. Me ayudó pasar por distintos cursos. En algún momento pensé en estudiar Ingeniería, pero después de los cursos matemáticos me di cuenta que no es lo mío. En eso la EdV fue muy importante”.
