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Historias de Innovación

Hombres que moldearon la historia de Beauchef

Hombres que moldearon la historia de Beauchef

Un día de 1957, se presentó en la oficina del entonces director de la Escuela de Ingeniería y Ciencias, Enrique d’Etigny, un funcionario de la agencia espacial estadounidense, NASA. “Me  acuerdo que su apellido era Eisley y que venía a presentar un proyecto de la marina estadounidense para operar un sistema de satélites fuera de su país”, recuerda el propio D’Etigny. Tras explicar de qué se trataba el proyecto, Eisley preguntó si había algún interés por desarrollarlo. “Estamos más que preparados, dígame no más cuándo empezamos”, respondió en seguida el Director de Escuela.

Al llegar el momento de hablar sobre platas, D’Etigny recuerda aún con asombro la forma de pago  ofrecida por Eisley, que consistía en cancelar los costos más un porcentaje de 20%. “Entonces le dije: esto me parece lo más serio que hay”, confiesa el académico entre risas. Fue así como partió la relación de la Nasa con la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM), que dos años más tarde, en 1959, iniciaría sus operaciones en la estación de rastreo de Peldehue, ubicada al norte de Santiago.

“Por años la NASA nos pagó el presupuesto de esta estación y puedo decir que fue el mejor negocio que hizo esta Facultad en mucho tiempo”, dice hoy D’Etigny quién también ocupó el cargo de decano de la FCFM. Pero más allá de las ganancias, la exitosa historia de la estación operada por la Universidad de Chile en Peldehue es el reflejo del optimismo, ingenio y energía de una generación que durante las décadas del '50 y del '60 trabajó duro para mejorar lo que había en ese momento a través de la innovación.

¿Cómo lo lograron? Los ex decanos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Enrique D’Etigny (1963 a 1971) y Augusto León (1975 a 1976), junto al exdirector de la Escuela de Ingeniería y Ciencias, Joaquín Córdua (1962 a 1963), entregan algunas luces sobre los aciertos que marcaron una época clave en la historia de Beauchef y del país.

Compromiso a tiempo completo

Mientras en los '50 y los '60, el mundo presenciaba el surgimiento de las empresas multinacionales, la llegada del hombre a la Luna, las acciones bélicas en Vietnam y el creciente inconformismo de la juventud, Chile no era ajeno a estos procesos. Así lo recuerdan estos tres recordados personajes de Beauchef, quienes describen el ánimo que movía a sus compañeros en la Facultad, como si fuera hoy. “A diferencia de la juventud actual, que no cree mucho en su capacidad de lograr cambios, nosotros como generación éramos excesivamente entusiastas en que íbamos a ayudar al progreso del país”, dice, Joaquín Córdua.

El actual asesor estratégico de la Fundación Chile recuerda que en los años siguientes al fin de la Segunda Guerra Mundial la cultura de la época consideraba que el gran error había sido “no valorar el aporte que podía hacer la ciencia y Chile no estaba al margen porque pensábamos que el país tenía que invertir mucho más en investigación y en formación científica de alto nivel”, aclara. Y ese fue precisamente el proyecto de la Facultad en esos años. 

Para lograr este objetivo de transformar a la Facultad en una entidad moderna que mezclara  investigación y docencia, la FCFM creó en 1956 un reglamento especial para profesores de jornada completa. Años más tarde, y bajo el decanato de Enrique d’Etigny, se destinó a los académicos que hacían sólo algunas horas de clases, a dictar materias relacionadas con aplicación de la ingeniería.

Para enseñar ciencias básicas y ciencias de la ingeniería, en tanto, se escogió a profesores que investigaban en esos temas y que estaban conectados con sus colegas en el resto del mundo. En un principio estos docentes eran solamente cuatro, sin embargo, a fines de la década del '60 su número se multiplicó hasta alcanzar los 120 académicos de jornada completa.

Uno de esos profesores de tiempo completo fue Augusto León, quien ingresó a estudiar ingeniería en 1941, cinco años antes que Joaquín Córdua, y tres años antes que Enrique d’Etigny. El exdecano León, quien comenzó su carrera docente como ayudante del profesor y posteriormente decano Carlos Mori (1954 a 1963), enseñó materias como Trigonometría y Geometría Analítica y fue  protagonista de otro de los hitos de Beauchef por esos años: la organización de Departamentos al interior de la Facultad. Una modalidad que años más tarde sería imitada por otras universidades chilenas.

“Era la primera vez que se hacía algo así en esta universidad”, destaca Agusto León, quien fue elegido a mediados de la década del '60 como primer director del nuevo Departamento de Ingeniería Civil, que se inició con los grupos de Hidráulica y de Electrotecnia. A ellos se sumaron, posteriormente, Transportes e Hidrología y Riego, como las especialidades que daban respaldo a las menciones de Ingeniería Civil. Como director del Departamento de Ingeniería Civil, Augusto León junto al entonces decano Enrique d’Etigny y el exacadémico Gastón Pesse, formó una junta de evaluación que pedía informes anuales a todos los investigadores de la Facultad.

“Inventamos categorías, las asociamos a sueldos y nadie tenía ninguna remuneración que no correspondiera a su categoría”, recuerda. La iniciativa fue incluida posteriormente como uno de los puntos a incluir en la reforma de la universidad en 1968, “pero nosotros ya lo teníamos implementado desde hacía mucho tiempo”, dice León. “Por eso, quizá, en todas las asambleas de la reforma a las que me tocó asistir en Casa Central vi cómo la FCFM era sumamente respetada”.

Sembrando para el futuro

Los '50 y los '60 fueron años en que, al igual que hoy, el intercambio con universidades extranjeras fue una de las prioridades de la FCFM. Durante el decanato de Enrique d’Etigny se multiplicaron las visitas de investigadores de países desarrollados para trabajar durante períodos de dos a tres años en la Facultad. La gran mayoría de ellos provenía de la Universidad de California y de los planteles franceses de Grenoble y París. Joaquín Córdua recuerda que muchos de ellos llegaron para trabajar en áreas de Ingeniería Civil, Geología, Geofísica y Matemáticas Aplicadas.

Pero los egresados chilenos también tuvieron oportunidades para salir gracias a un programa de becas que les permitió hacer doctorados en el extranjero para luego regresar a Chile a incorporarse al trabajo académico. De esta época data también el Plan Chile-California, cuyo objetivo apuntaba a la colaboración para el desarrollo entre EE.UU. y Chile, y que benefició a muchos egresados de la especialidad de Mecánica de Suelos, que para entonces ya era un grupo fuerte y organizado dentro de Ingeniería Civil, aclara el exdecano Augusto León.

El intercambio con países extranjeros también se extendió a la búsqueda de recursos para realizar investigación. En el caso de los laboratorios de Hidráulica y Alta Tensión (ver imagen), que funcionaban en el zócalo de Beauchef, Joaquín Córdua –quien también fue jefe de este último laboratorio– recuerda que entre los países que donaron equipos estuvo la entonces Unión Soviética. “Ellos tenían un convenio con Naciones Unidas para comprar maquinarias para países en vías de desarrollo. Cuando supimos de esto hicimos un largo pedido a Rusia sin grandes expectativas”, cuenta Córdua.

Todo transcurrió con normalidad durante semanas hasta que un día llegó a Beauchef un cargamento con equipos de unos 20 kilos de peso cada uno, literalmente “indestructibles”, recuerda Córdua. “Éramos bien busquillas y tenía que ser así porque la universidad no tenía dinero suficiente para apoyarnos”, reconoce el exacadémico. Con la misma energía, la FCFM gestionó la llegada a Chile del primer computador en 1962. La idea era comprar uno a la empresa IBM, sin embargo, Joaquín Córdua reconoce que el momento no fue bueno porque la empresa de informática les sugirió esperar a que se lanzara el nuevo modelo que en ese momento estaban preparando. “Nos dijeron que tardarían meses y como nosotros estábamos apurados terminamos comprando otro modelo a una empresa alemana”, señala. El Standard Elektrik Lorenz ER-56 llegó a Beauchef en 1962, pero un año y medio más tarde, la empresa anunció el cierre de su línea de computadores en todo el mundo. “Nos había vendido uno de los últimos saldos, así que tuvimos que quedarnos con esa máquina”, lamenta Córdua. Sólo cuatro años después, en 1966, llegaría a la FCFM el ansiado modelo de IBM, que resultó ser el primer computador de tercera generación con 128K de memoria.

A pesar de este traspié, la innovación en Beauchef continuó con la misma fuerza en esos años, cuando también se incubó la idea de desarrollar el que más tarde se transformaría en el observatorio astronómico más grande del país, en el cerro Tololo, y que permitió a la astronomía transformarse en la única ciencia experimental que en Chile puede ser ejercida en condiciones similares a las de países avanzados. Un logro que, como muchos otros en la historia de la FCFM, tuvo su origen en la semilla plantada por la generación de Enrique d’Etigny, Augusto León y Joaquín Córdua, quienes aunque hoy miran hacia atrás y se definen como “excesivamente ilusos y entusiastas”, se atrevieron a enfrentar desafíos, sin importar cuán grandes fueran. 

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