Las tecnologías cuánticas parecen sacadas de una novela de ciencia ficción, pero son tan reales que algunas las usamos todos los días sin saberlo. Existe un esfuerzo mundial por aprovechar al máximo el desarrollo tecnológico que la mecánica cuántica ofrece y Chile tiene el potencial de tener un rol protagónico en ese desafío global.
La luz nos permite observar desde galaxias distantes hasta átomos y moléculas, y su descripción más fundamental está gobernada por la mecánica cuántica, que explora las leyes de la física a escalas muy, muy pequeñas. Aunque respaldada por muchos experimentos y galardonada con numerosos Premios Nobel, la cuántica desafía nuestra comprensión del universo con su naturaleza contraintuitiva y extravagante. Su desarrollo ejemplifica el poder de la humanidad para desafiar lo establecido y revolucionar nuestra comprensión del mundo. Las grandes revoluciones científicas nacen al pensar lo impensable.
Las partículas cuánticas pareciesen tener una especie de identidad secreta. Pueden estar en dos lugares al mismo tiempo, pueden entrelazarse, superponerse, ser partículas y ondas a la vez. Y lo más extraño de todo, la respuesta a “qué soy” o “en qué estado estoy” depende del experimento que hagamos. La “realidad” entonces cambia cuando la observamos.
Uno podría pensar que estos son meramente ejercicios teóricos, que estamos lejos de verlos en nuestro mundo real macroscópico. Sin embargo, estas ideas han pavimentado el camino para avances tecnológicos: desde los semiconductores que impulsan nuestros dispositivos electrónicos, pasando por el GPS que mezcla los mejores relojes del mundo (atómicos y, por lo tanto, cuánticos) y correcciones relativistas, hasta las prometedoras tecnologías de computación cuántica y comunicaciones seguras.
Chile, con una comunidad científica emergente y poderosa, está posicionado y a tiempo para ser un jugador clave en esta revolución tecnológica. La Universidad de Chile, por ejemplo, alberga un laboratorio de óptica cuántica enfocado en avanzar en la ingeniería de estados cuánticos de la luz para diversas aplicaciones. Además, en conjunto con investigadores de la Universidad de Concepción, se ha avanzado en establecer los fundamentos de la generación de luz cuántica macroscópica. En otros lugares del país se exploran experimentalmente los llamados centros de diamantes —valiosos para metrología cuántica— y parte de la comunidad también investiga el concepto de baterías cuánticas, química cuántica, etc. En Concepción hay un amplio desarrollo de laboratorios dedicados a estudiar la información cuántica y otras aristas de la óptica cuántica, por ejemplo, en comunicaciones seguras. Por si fuera poco, empresas como SeQure Quantum están jugando un rol fundamental en el avance tecnológico made in Chile, aplicando la cuántica para generar números aleatorios, fortaleciendo la seguridad en sectores críticos como el bancario.
Tenemos un potencial gigante y el desafío real que enfrentamos en nuestro país para unirnos a este esfuerzo global es el financiamiento. Podemos seguir pensando en el costo que esta inversión tiene, pero la reflexión que invito a hacer es sobre el costo de no hacerlo. Las naciones que comprenden la magnitud de esta revolución y se atreven a invertir en ella estarán en la cúspide de la próxima ola de innovaciones tecnológicas. Al igual que las revoluciones pasadas que cambiaron nuestro entendimiento del universo, la revolución cuántica está remodelando nuestra percepción y nuestra tecnología a pasos de gigante. Chile, con la combinación adecuada de visión, inversión y audacia, puede ser parte de los países que lideran este emocionante viaje hacia el futuro. Los y las convido, desde la zona de influencia que tengan, a ser parte de esta nueva revolución de la luz. Atrevámonos a pensar lo impensable.