Son 50 años desde que Luciano Claude Yávar se tituló de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, sin embargo, su vínculo con Beauchef comenzó desde que nació. Con abuelo y padre ingenieros, titulados y profesores de la FCFM, no era una sorpresa que eligiera el mismo camino y la misma alma máter.
Este ingeniero industrial de la Casa de Bello se especializó en seguros y su experiencia lo llevó a formar y ser parte de grandes compañías multinacionales del rubro en nuestro país. Con dos terremotos de por medio, su trabajo lo inspiró a publicar varios papers sobre el enfrentamiento de desastres desde una perspectiva universal. Desde 2001está a cargo de Claude & Compañía S.A., empresa que otorga consultoría en gestión de riesgo y corretaje de seguros y de la cual es socio fundador.
Ascendencia beauchefiana
Nieto e hijo de beauchefianos, Luciano siguió la senda de las exitosas carreras de sus predecesores. Su abuelo, Luciano Claude Sarasin, un ingeniero civil titulado en 1920, quien tuvo un importante papel en el desarrollo portuario de nuestro país y que participó en la creación de empresas como Endesa (Empresa Nacional de Electricidad S.A.) y ENAP (Empresa Nacional de Petróleo); y su padre, Enrique Claude Fonck, ingeniero electricista, quien se especializó en telecomunicaciones, siendo partícipe en la creación de la empresa Entel, a cargo de construir una red de telecomunicaciones para Chile. Ambos, además, fueron académicos de la FCFM.
- Usted es nieto de uno de los grandes profesores que tuvo la Escuela de Ingeniería en la primera mitad del siglo XX, ¿cómo lo recuerda?
Desafortunadamente, perdí a mi abuelo a los cuatro años, pero lo recuerdo como un hombre cariñoso, especialmente jugando con sus nietos. Aunque no tuvimos diálogos profundos, su influencia se manifestó a través de las colecciones de libros y recuerdos que heredé. Él escribió muchos documentos académicos y otros que están publicados en Memoria Chilena. Era muy culto, versado en muchos campos. También tenía mucho diálogo con sus estudiantes.
- ¿Su abuelo tuvo influencia en su decisión de estudiar ingeniería?
Sin duda, igual que en mi padre, que siguió la tradición familiar. Él ayudó a mi abuelo cuando estuvo trabajando en los inicios de Endesa. Era la época del terremoto de Chillán y luego la Segunda Guerra Mundial, entonces eran tiempos muy difíciles en Chile donde la ingeniería desempeñó un papel crucial. Sin embargo, fue con mi padre que tuve grandes experiencias antes de entrar a estudiar. Me llevaba a ver las obras de Endesa, a las centrales de construcción. Viví todo el proceso de creación de Entel desde cero. Ahí ya estaba más grande y entendía cómo funcionaba el mundo de la ingeniería que él me mostraba.
Él estaba esperando que yo estudiara ingeniería. Cuando le dije que lo iba a hacer me regaló una regla de cálculo que tenía guardada para mí. Fui de las “ovejas blancas” de la familia por estudiar ingeniería, podría haber estudiado otra cosa, pero sería una oveja de otro color.
- El día 21 de octubre tuvimos una visita de su generación a la Facultad, donde usted tuvo el espacio para compartir detalles sobre la vida profesional de su abuelo y su padre. ¿Tiene alguna anécdota de ellos mientras eran profesores de la Facultad?
Las anécdotas eran muy escasas porque para ellos todo lo que pasaba en la Facultad funcionaba. Lo que comentaban mucho era sobre los profesores: cuando un profesor o un ramo era más difícil que otro o con cuáles tenías que estudiar más, pero nunca comentaron sobre alguna situación especial.
Recuerdo que mi padre hablaba sobre cuando estuvo dirigiendo el laboratorio de electricidad de la Universidad, que nació desde una necesidad de Endesa de hacer análisis, exámenes de sus materiales, ya que en ese tiempo estaba comenzando la construcción de centrales hidroeléctricas y líneas de transmisión que formarían el SIC (Sistema Interconectado Central).
Su paso por la FCFM
- ¿Cómo fue su experiencia personal en la FCFM?
La Facultad era un mundo donde no había conflictos ni dificultades. La prioridad de todos era estudiar y pasar de año. Entonces, las anécdotas eran extracadémicas. Recuerdo que el primer día de clases, al ver la lista de estudiantes donde salía quién tenía que ir a qué sala, quedamos sorprendidos al ver que en la lista había una mujer. Debemos entender que ese era un mundo muy distinto al de ahora, donde las mujeres no tenían un espacio reconocido en la ingeniería civil. Recuerdo que mi madre nunca concibió que las mujeres podrían trabajar en la ingeniería; y los compañeros de trabajo de mi padre eran todos hombres. En tanto, en la Facultad se hablaba de Justicia Espada, pero desde una perspectiva histórica, no era algo tangible en el día a día. Más adelante aparecieron un par de mujeres más en la carrera, pero eran minoría.
También, recuerdo muy bien la colaboración que había entre compañeros. En la Facultad todo era muy fluido, la gente estaba empapada del mundo eficiente interno. Todos se ayudaban y colaboraban entre sí, la competencia no existía. La colaboración era palpable en todos los aspectos. Todos estábamos comprometidos en superar las dificultades.
- ¿Hay algún personaje de esa época, profesor o estudiante, que recuerde como una persona que lo haya inspirado o marcado en su paso por Beauchef?
Me acuerdo de algunos profesores que tenían un sello como Moisés Mellado. Él a veces estaba haciendo clases y de repente paraba y se ponía a cuestionar a sus estudiantes, preguntándoles qué hacían aquí, que debían tener convicción porque o si no ¿por qué estaban estudiando ingeniería?
También me acuerdo de Igor Saavedra, que hacía clases sumamente abstractas. Alguien que dedicó su vida a estudiar cosas tan abstractas y absolutamente distantes para nosotros, pero que servían para cuestionar otras cosas. Con otros profesores, el diálogo era el mínimo más allá de preguntas que iban al hueso de lo que se estaba viendo en clase, muy orientado a la eficiencia y el resultado.
- ¿Qué impresión general le queda de su paso en las aulas de Beauchef, académicamente hablando?
La Facultad cumple fielmente su mandato, y muy bien. Mantiene la misma vara que tuvo con mi abuelo y con mi padre: la Facultad no abandona esa formación básica abstracta, muy importante.
En tanto, en la segunda parte de la carrera, por así decirlo, en la especialización en ingeniería industrial, se deben desarrollar habilidades que requieren interacción con las personas, mercados, financiamiento y tecnologías, donde hay que desarrollar una persuasión escrita y verbal, es necesario. Las contrapartes ya no son modelos numéricos, como en la primera parte.
- ¿Tiene compañeros o amigos que perduran de ese tiempo?
Tenemos un grupo de amigos con quienes nos juntamos esporádicamente. Todos fueron administradores de empresa, y nos juntamos y contamos las experiencias que hemos tenido, todas muy diversas. Hay gente que trabajó con fabricación de botellas, viñas, plástico, pesqueras, bancos y AFP. Tengo compañeros de todas las áreas de la economía chilena. Recordamos ciertos temas que vimos en la Facultad y cómo los usamos para superar desafíos que nos fueron surgiendo en la vida profesional. La Universidad nos dio una formación muy sólida en ese sentido.
- ¿Tiene algún vínculo con la Facultad actualmente?
De vez en cuando voy a dar charlas acerca de temas de mi experiencia profesional en administración de empresas de seguros multinacionales, desastres y riesgos, ya que tengo una formación profesional dirigida principalmente a la evaluación de riesgos, al uso de seguros en gestión de desastres naturales en Estados Unidos y Europa, que es muy distinto al de Chile.
Su experiencia como ingeniero
- ¿Cómo fue su salida a Beauchef a la vida profesional?
Cuando realicé mi memoria final tuve un profesor guía que me invitó a ser parte de una empresa de ingeniería que fue mi primer trabajo.
En general, la formación recibida me sirvió, pero hubo cosas que fui aprendiendo en el camino que fueron fundamentales, como las habilidades en negociación o la interacción con públicos distintos en general: jefes de obras, maestros, sindicalistas, recursos humanos, contables… Tuve que aprender a manejarme y expresarme con personas que no eran ingenieras y con las que no compartíamos el lenguaje numérico que enseña la Facultad.
- ¿De qué manera la formación que recibió en Beauchef aportó a su desarrollo profesional?
La formación fue muy importante para todos los desafíos que tuve en mi vida profesional. Recuerdo cuando comencé en las compañías de seguros y todo ese mundo. Esto, en el año 1982. En ese momento el mercado de las compañías de seguros estaba cambiando en Chile y necesitaban a un ingeniero que hablara inglés, ahí entré yo.
AIG, una multinacional enorme, llegó al país y ahí comencé. Los mayores desafíos que tuve siempre fueron a nivel político. Tuve que aprender a moverme en un mundo muy distinto, donde abundaban las autoridades regulatorias y empresariales y debía tener contactos importantes, algo muy distinto al mundo de la Facultad. No me complicaba trabajar, por ejemplo, con sistemas que mejoraran la eficiencia de la empresa, pero lo que más costó siempre fue persuadir a la gente a que cambiaran la forma de hacer las cosas, las costumbres son muy difíciles de cambiar.
A mí me tocó formar en Chile dos compañías de seguro enormes, AIG y CHUBB, multinacionales líderes del mercado, donde fui reclutado por tener formación de ingeniero civil industrial y porque manejaba bien el inglés. Tuve que ir a Estados Unidos a aprender cómo se manejaban los seguros especialmente para desastres y el modelo de la casa matriz para aplicarlo en Chile, incorporando las políticas propias del país. Fue un desafío bonito, donde pude complementar la formación beauchefiana con aprendizajes de administración, liderazgo, formación de equipo, que en Chile no era tan fácil de adquirir.
Toda esa formación me sirvió para trabajar en el mundo de las empresas aseguradoras y reaseguradoras extranjeras por lo que sigo teniendo muchos vínculos con el mundo extranjero.
- Usted viene de una formación de ingeniero civil industrial. ¿Cuál es su visión sobre esta rama en Chile en la actualidad?
La ingeniería industrial chilena está muy reconocida por su capacidad y análisis de información, desarrollo de modelos de gestión y sistemas de información, formadora de gerentes y directores de empresas, pero un gran problema que veo en los centros de formación es que no se capitaliza la riqueza de información de sus egresados que han trabajado en todas las áreas de la economía. Es una “cosecha” pendiente. Hay mucha gente como yo que está en distintos campos de la industria chilena y que tiene mucho para ofrecer. Todos los egresados tienen algo que decir.
A nivel país, yo creo que es importante fomentar el desarrollo industrial y la descentralización del país. Falta también, por ejemplo, promover un pensamiento y visión de futuro, colaborando con el Congreso Nacional, que tiene esa misión fundamental. El Congreso tiene que manejar el futuro, anticiparlo, pero es muy cortoplacista. Industrias tiene que apoyar en esa función.
Otro punto son las debilidades y vulnerabilidades de áreas esenciales para el desarrollo del país, como la infraestructura de comunicación y transporte. En Chile somos dependientes de grandes proveedores de almacenamiento, transmisión y procesamiento de datos y sistemas que controlan servicios fundamentales como los eléctricos, portuarios y financieros, pero ¿qué pasa si se interrumpen estos servicios? Esas son vulnerabilidades como país. ¿Quién puede ayudar con esas vulnerabilidades y otras relacionadas? La ingeniería industrial puede.
- ¿Hacia dónde cree que tiene que apuntar la ingeniería civil industrial de la FCFM?
Hay que apuntar al cumplimiento de una función esencial del mundo académico en el país: iluminar y enriquecer el proceso de establecimiento y desarrollo de políticas públicas, usando todas sus fortalezas de procesamiento de información, manejo de estadísticas, modelamiento de datos, acceso a bases de información en Chile y el mundo, para establecer un centro virtual de políticas públicas independiente, con acceso libre y transparente para todos los que deseen crear o mejorar políticas públicas.
Es importante, también, cerrar las brechas entre el mundo académico y el mundo de los que crean y aplican las políticas, estableciendo colaboración que genere nuevas capacidades para el país en los ámbitos de la política pública desarrollada. Esto significa crear una política de benchmarking para las políticas que se hacen, que compare lo que se crea con lo existente; explorar y presentar las consecuencias no esperadas de una nueva política, poniendo énfasis especial en políticas educacionales.