Los Dos Relojes - Lewis Carroll

¿Qué es mejor? ¿Un reloj que está a la hora una vez al año, o uno que lo está dos veces al día? "El segundo", respondes, "incuestionablemente". Muy bien, ahora atiende. Tengo dos relojes: uno no anda en absoluto y el otro se atrasa un minuto al día: ¿cuál preferirías? "El que se atrasa", contestas, "sin duda alguna".

Ahora observa: el que se atrasa un minuto al día tiene que perder doce horas, o setecientos veinte minutos, antes de que esté de nuevo en punto; por consecuencia, sólo está a la hora una vez en dos años. Mientras que el otro lo está evidentemente tantas veces cuantas vuelva la hora que él indica, lo que ocurre dos veces al día.
Así que te has contradicho una vez.

"Ah, pero", dices, "¿de qué sirve que sea puntual dos veces al día, si no puedo saber a qué hora lo soy?". Bueno, supón que el reloj marca las ocho en punto, ¿no ves que el reloj estará a la hora a las ocho en punto? En consecuencia, cuando sean las ocho en punto, tu reloj estará a la hora.
“Sí, eso lo veo”, respondes.
Muy bien, entonces te has contradicho dos veces: ahora sal del aprieto lo mejor que sepas, y no te contradigas otra vez si puedes evitarlo.

Podría ser que siguieras preguntando: “¿Y cómo voy a saber cuándo son las ocho en punto? Mi reloj no va a decírmelo.” Ten paciencia: tú sabes que cuando sean las ocho en punto tu reloj estará a la hora, muy bien; entonces, ésta es tu regla: mantén tus ojos fijos en el reloj, y en el momento preciso en que esté a la hora serán las ocho en punto.

“Pero”, dirás. Y bien, con eso habrá de bastar; mientras más arguyas, más irás alejándote del punto, así que será mejor que paremos.

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