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Columna de opinión

Columna de opinión: Chile y el espacio en el siglo XXI

Columna de opinión: Chile y el espacio en el siglo XXI

Hace 50 años, en 1969, la humanidad logró la gran hazaña de cumplir el sueño de pisar la Luna. Desde esa época la Universidad de Chile, a través de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, ha participado en el rol que le ha cabido a Chile en el espacio. Desde 1959 y por casi medio siglo, el Centro de Estudios Espaciales (CEE) marcó precedentes en la historia aeroespacial chilena, prestando servicios a la NASA y a importantes organismos internacionales, en actividades de rastreo satelital y percepción remota, obteniendo imágenes de gran utilidad en la industria nacional y dando cierto prestigio internacional a Chile en esta área.

En 1995 se lanzó nuestro primer satélite, el microsatélite (10-15 kg.) FASat-Alfa, que no logró separarse y sigue adosado del satélite madre Sich-1 orbitando la Tierra como un koala dormido. Tres años más tarde, el FASat-Bravo se convirtió en el primer satélite chileno en orbitar la Tierra en forma independiente, pero duró solo tres años tras una falla en sus baterías. Desde hace solo ocho años que Chile tiene presencia constante en el espacio con un Sistema Satelital de Observación Terrestre (SSOT), el FASat-Charlie, fabricado y lanzado por la empresa Airbus y operado por la Fuerza Aérea de Chile (FACH). Estas experiencias fueron posibles gracias a la tecnología extranjera y a profesionales chilenos.

Como una fecha importante recordamos el 23 de junio de 2017, cuando nuestro país logra por fin llegar y navegar en el espacio con tecnología propia, con el nanosatélite SUCHAI I del tipo CubeSat, made in Chile. Este hito histórico fue alcanzado por un equipo de profesores y estudiantes de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Tal como el Apolo 11, el SUCHAI I es uno de esos sueños impulsados por la esperanza (suyai en mapudungún) y el coraje de un grupo humano visionario, ambos ingredientes que se requieren en toda aventura de innovación tecnológica avanzada. Este satélite es un cubo pequeño, de un litro y un kilo aproximadamente, que orbitó la tierra exitosamente por 18 meses dando 15 órbitas por días.

Nació así el Programa Espacial de la Universidad de Chile, que continúa con los SUCHAI II y III y con un nuevo trabajo en colaboración con la FACH y otras universidades para construir una constelación de 10 naves. Los CubeSat son una tecnología muy económica que opera a baja altura, que permite realizar misiones para la ciencia espacial, astrofísica, clima, ciencias planetarias y de la tierra, biología y astrofísica, física solar y espacial, entre otras. Permite crear enjambres o constelaciones de 10 a 100 naves interconectadas entre sí y con el resto de satélites en el espacio, logrando una mayor frecuencia de observación, con potencial de desarrollo en comunicaciones de gran ancho de banda, precisión en altitud y propulsión de naves e instrumentación miniaturizada, todo lo cual permite nuevos servicios para sistemas automatizados en varias industrias.

Mirando el firmamento mientras festejamos la llegada del hombre a la Luna, los chilenos nos preguntamos si somos capaces de alcanzar esos logros, o si nos conviene invertir en tecnología espacial que se puede comprar. Frente a esa duda, tal como lo hicimos antes con la radio, la televisión e internet, las universidades hemos presentado un Programa Espacial para Chile, porque estamos convencidos de que llegó el momento de partir al espacio. Tenemos muchas razones: los costos se han reducido y el acceso a la tecnología se ha democratizado; esta tecnología está aún en pañales y podemos integrarnos con éxito como lo hemos demostrado; los sistemas de enjambre distribuidos nos permiten participar en la gran constelación global de satélites; nos ofrece soberanía territorial y autonomía científica y tecnológica.

En Chile tenemos ventajas geográficas muy importantes, excepcional capacidad astronómica y desarrollo de tecnología propia, las que nos permiten aportar al resto de América Latina. Estamos conectados mediante convenios con varios de los principales laboratorios mundiales para cooperación científica y tecnológica. Además, los países saben que por cada peso invertido se reciben diez, y sobre todo, porque es difícil identificar un sector de la economía y de la sociedad que no se vaya a beneficiar de esta tecnología.

El espacio es la nueva dimensión del desarrollo de la humanidad de la cual dependerán las próximas generaciones. Vincula la innovación en el desarrollo de tecnología espacial, la robótica y la inteligencia artificial, todos campos especialmente estratégicos para el desarrollo de este siglo. Por todo lo anterior, convocamos a unir todas nuestras capacidades, técnicas, políticas e institucionales, a desarrollar un Programa Espacial para Chile.

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Para el séptimo ciclo de evaluación:

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