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Acantilados cósmicos
César Fuentes

Columna de opinión

James Webb: El valor de una nueva perspectiva

James Webb: El valor de una nueva perspectiva

El uso de la perspectiva en el arte occidental comenzó recién hace 600 años en Italia. Una vez descubierta se escribieron las reglas que permiten dar la ilusión de un mundo en tres dimensiones sobre una superficie plana, haciendo patente la importancia del “punto de vista” del artista. El artista del momento es el telescopio espacial James Webb o JWST, por sus siglas en inglés, que en estos días nos ha regalado novedosas imágenes de antiquísimas galaxias, espectros de otros mundos y nebulosas planetarias.

Estas primeras imágenes fueron curadas y divulgadas para recalcar cuán diferente a lo que conocíamos es su punto de vista. Su visión está desde ahora disponible para responder las hipótesis de astrónomos de todo el mundo, develando verdades y abriendo muchas más incógnitas sobre cómo funciona el universo.

Las imágenes del JWST aparecen en colores familiares pero que representan luz muy diferente a la que perciben nuestros ojos. Habiendo evolucionado en la Tierra nuestra experiencia visual está determinada por el Sol, que brilla principalmente en luz que llamamos “visible”. La luz de las primeras estrellas y galaxias ha viajado desde su formación para llegar a nuestros días cansada por la expansión del universo hasta transformarse en infrarroja. Para poder observarles es necesario mirar con otros ojos, unos que se verían obnubilados por el brillo de nosotros mismos.

Para poder detectar esas primeras luces es necesario salir al espacio protegidos del Sol, donde detectores ultra fríos puedan acoger la luz producida en el nacimiento de las estrellas que irán lentamente contaminando el universo con los elementos necesarios para la vida. La luz que forma la imagen del clúster de galaxias SMACS 0723 fue emitida al mismo momento que se formó nuestro Sistema Solar. Es tan masivo que logra doblar la luz de objetos más lejanos, sirviendo de lente gravitacional para galaxias muy antiguas, una de ellas sólo 600 millones de años después del Big Bang.

Las moléculas como el agua absorben y emiten luz infrarroja. Al analizar la luz que atraviesa una atmósfera podemos identificar la huella digital de las moléculas que la componen. Este análisis se llama espectro, que de manera análoga a la formación de un arcoiris separa la luz según su energía. Una de las misiones del JWST es precisamente analizar las atmósferas de planetas extrasolares, identificando sus componentes y distribución. El espectro del planeta WASP-96b se produjo comparando la luz de su estrella al pasar por la atmósfera planetaria con el momento en que el planeta está a su lado. La presencia de agua es inequívoca, así como de nubosidad. Esta misma técnica permitirá hacer un catastro de otras moléculas y su origen en las atmósferas de los variados exoplanetas que conocemos.

Observando la realidad de otros sistemas podremos responder qué tan especiales son las condiciones que dieron origen a la Tierra. La perspectiva del JWST nos permite acceder al polvo y gas que forman estrellas y planetas, que alimentan hoyos negros supermasivos y que trazan la formación de estrellas catalizadas por el choque de galaxias. Así como fríos asteroides aparecen brillantes en sus imágenes, galaxias aparecen donde la luz visible parecía mostrar sólo vacío. Cuando combinamos esta nueva perspectiva con las otras de nuestro arsenal de instrumentos el resultado es más que la suma de las partes. Así como el arte lleva siglos mostrándonos que nuestra mirada depende del punto de vista, estos nuevos instrumentos científicos debieran acercarnos a valorar e incorporar las visiones de otros con sus particulares perspectivas en nuestra percepción de la realidad.
 

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