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Científicos/as advierten que el mundo no está preparado para grandes erupciones volcánicas

El mundo no está preparado para grandes erupciones volcánicas

La erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Haʻapai, en Tonga, en enero de este año, fue la más grande registrada por instrumentos. Aunque duró solo 11 horas, sus cenizas cayeron a lo largo de cientos de kilómetros, afectando la infraestructura, la agricultura y las poblaciones de peces. La zona quedó incomunicada por varios días, la explosión creó una onda de choque mundial, causando tsunamis que llegaron a las costas japonesas y de América del Norte y del Sur, y su impacto alcanzó también a la economía.

Si la erupción hubiera durado más, hubiera liberado más cenizas y gas o hubiera ocurrido en áreas más densamente pobladas del sudeste asiático, por ejemplo, habría sido aún peor, advirtieron Michael Cassidy, académico de la Universidad de Birmingham, y Lara Mani, investigadora del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge Reino Unido, en una publicación en la revista Nature. “El mundo lamentablemente no está preparado para tal evento”, señalan, aunque datos recientes de núcleos de hielo sugieren que la probabilidad de una erupción de magnitud 7 (10 ó 100 veces más grande que Tonga) o mayor este siglo es de 1 en 6. Tomando en cuenta las erupciones ocurridas en los últimos 60 mil años, calculan que las erupciones de gran tamaño ocurren, en promedio, cada 625 años.

La magnitud o envergadura de una erupción se establece con el Índice de Explosividad Volcánica (IEV), una escala de 0 a 8, en que 0 corresponde a una erupción no explosiva, de bajo volumen emitido y de gran recurrencia, mientras que 8 corresponde a un evento denominado ‘supererupción’, cuya emisión piroclástica puede alcanzar volúmenes de miles de km3 y que deriva en la formación de calderas volcánicas.

Chile, después de Indonesia, tiene la mayor red activa de volcanes de todo el mundo. En este caso, de los 92 volcanes activos en Chile, hay 14 sistemas volcánicos considerados con un nivel de riesgo específico considerado como ‘muy alto’. Son volcanes con erupciones históricas importantes (IEV mayor o igual a 4) y/o volcanes con un importante número de población expuesta a peligros volcánicos”, explica Patricia Larrea, académica del Departamento de Geología de la Universidad de Chile.

Entre los volcanes activos en Chile, la erupción del Hudson en 1991, alcanzó un IEV 5, de acuerdo a datos del Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile (SERNAGEOMIN), mientras la caldera Diamante, que actualmente incluye en su interior al volcán Maipo, se formó por una erupción con un IEV 7.

Francisco Delgado, académico del Departamento de Geología, concuerda con la conclusión de los investigadores británicos sobre la falta de preparación para una gran erupción, pero también con que se pueden tomar medidas para mejorar, principalmente en el monitoreo. "Un cuarto de los volcanes potencialmente activos en la Tierra no tienen monitoreo de ningún tipo. El monitoreo es caro, requiere muchos instrumentos, son de difícil instalación y las instituciones del Estado en todos los países tienen restricciones financieras”, señala. El monitoreo con satélites es algo que ha mejorado mucho en los últimos 30 años, sostiene, pero “todavía hay más espacio para tener más datos satelitales y para coordinar también agencias espaciales, cosa de que registren y entreguen los datos precisos en el momento preciso”, agrega.

¿Qué ocurre en Chile? Delgado cuenta que en los últimos 14 años el SERNAGEOMIN pasó de monitorear ocho volcanes con siete instrumentos a tener una de las redes más densas de monitoreo de América. “Los volcanes, en general, están monitoreados, aunque se podría mejorar más la densidad de instrumentos. La red funciona, pero siempre en la medida que tengas más datos va a ser mejor, vas a poder detectar el movimiento de magma, de roca fundida al interior de un volcán con muchos más detalles si tienes más instrumentos”, señala.

En los últimos 35 años en Chile ha habido cuatro grandes erupciones en la zona volcánica sur con IEV mayor o igual a cuatro: Hudson (1991), Chaitén (2008), Cordón Caulle (2011) y Calbuco (2015). “En este país han ocurrido grandes erupciones en el pasado geológico, antes de la llegada de los españoles, pero no hay evidencia de que ninguno de los volcanes que hay en el país, en este momento, vaya a tener una erupción con un IEV 7 en el corto plazo”, indica el académico.

A diferencia de los terremotos, los volcanes muchas veces entregan señales previas a una erupción, como ocurrió con el Cordón Caulle en 2011, el evento más estudiado en Chile. “Pero pasa que como no conocemos bien cómo es el interior de un volcán, a veces hay erupciones que no tienen señales precursoras o son muy pequeñas, como la del Calbuco en 2015 y, por lo tanto, pueden ser ambiguas de interpretar. Lamentablemente, lo que no se puede predecir al día de hoy es el tamaño que va a tener una erupción. Podemos predecir hasta cierto punto si va a haber una o no, pero determinar el tamaño, cuánto va a durar, y el tipo de estilo eruptivo –si va a salir un flujo de lava o una gran columna– no se puede predecir”, dice.

Por lo mismo, hay que mejorar el monitoreo de los volcanes en Chile, porque el Hudson, que produjo una de las erupciones más grandes del siglo XX, por ejemplo, está extremadamente aislado y no tiene acceso directo, por lo que hay que llegar en helicóptero. "Tiene una red de monitoreo muy básica, demasiado para la potencial nueva erupción que pudiera generar”, enfatiza el académico.

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