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Alberto de la Fuente

Columna de opinión

Ciclos como el del agua

Ciclos como el del agua

Es probable que los primeros recuerdos que tengamos de la ciencia estén asociados a ciclos como el del agua, que gracias a la energía del sol se evapora y transporta en la atmósfera, para después precipitar como agua líquida o sólida, escurrir por ríos superficiales y subterráneos, y terminar en el mar, donde no se acumula, sino que se evapora gracias a la energía del sol. En el camino la usamos y compartimos con el resto de la vida.

Pero el del agua no es el único ciclo. Existen los ciclos del nitrógeno, del fósforo o del carbono, que son igual de importantes para la vida. El ciclo del carbono, por ejemplo, también es movido por el sol que entrega la energía para que las plantas hagan fotosíntesis. Esta reacción química toma el CO2 atmosférico, usa el carbono para producir materia orgánica y libera como producto el oxígeno que respiramos. Luego, el carbono, que ahora está en forma de planta, entra a la cadena trófica o ciclo de la vida, donde intervienen herbívoros, carnívoros, insectos, hongos y bacterias en una dinámica donde nada se pierde porque el residuo de unos es el alimento de otros. Finalmente, cuando vamos al baño o nos llega la muerte, la degradación de la materia orgánica permite que el carbono vuelva a la atmósfera y quede disponible para hacer crecer una nueva generación de plantas que hacen fotosíntesis gracias a la energía del sol.

De esta forma, ciclos y balances son los mecanismos naturales que explican cómo compuestos finitos están disponibles y se distribuyen al interior de la esfera de 6.371 kilómetros de radio donde habitamos. Pero nos hemos olvidado de esto, e inventamos materiales que no se evaporan ni degradan, destruimos bosques que hacen fotosíntesis y liberan oxígeno, quemamos combustibles fósiles y liberamos enormes cantidades de carbono que por millones de años estuvo bajo tierra, usamos más agua de la que precipita en las cuencas, y esperamos que nuestros inventos crezcan para siempre al interior de nuestra pequeña esfera de 6.371 km de radio.

Pero la Tierra es pequeña y funciona con ciclos y balances. Por lo tanto, sea lo que sea que queramos hacer como civilización, debemos aceptar rápidamente que esta dinámica de ciclos y balances es la única forma en la cual podemos desarrollarnos y satisfacer nuestras necesidades al interior del único planeta habitable que, por el momento, conocemos.

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